El superpoder de la lentitud
En un mundo adicto a la velocidad, la lentitud es un superpoder
🏷️ Categorías: Práctica deliberada, Gestión del tiempo.
Mira a tu alrededor y dime si tú también lo ves.
Estamos inmersos en una cultura que glorifica la velocidad, todo debe suceder en un "ya". En este frenético mundo comemos rápido, buscamos pareja deslizando el dedo por Tinder y, si la conexión no es instantánea, la descartamos como un desecho. Queremos perder peso en un abrir y cerrar de ojos y olvidamos que el cambio real es de estilo de vida y no pasar hambre unos meses de verano.
Buscamos la inmediatez, pero lo valioso requiere tiempo y sobre todo, paciencia.
La rapidez se confunde con eficiencia y éxito, mientras que la lentitud se percibe como un lastre, una debilidad. Nos hemos dejado arrastrar por una corriente que fuerza nuestros ritmos naturales, vivimos en permanente lucha contra el tiempo.
Vivimos a toda velocidad sin motivo aparente.
La velocidad al final pasa factura.
Amistades y relaciones amorosas que se desvanecen en la superficialidad por compartir cada vez menos tiempo de calidad, momentos con nuestros hijos que ni se disfrutan a causa del estrés del trabajo… Nos estamos perdiendo a nosotros mismos en un mar de burnout y agotamiento (Reisch, 2001; Nowotny, 2018).
Lo llamo “la era Amazon Prime”, una era en la que la inmediatez se ha convertido en una necesidad. Es tal la impaciencia que tenemos que hay quien está dispuesto a pagar más solo para que llegue su pedido llegue a casa. Esto contrasta demasiado con la vida de mi padre hace tan solo 50 años. En su juventud, comprarse algo significaba “estar juntando pesetas muchos meses”; había que esperar.
Ahora la impaciencia es una epidemia: un pedido retrasado genera desesperación y una respuesta tardía en WhatsApp provoca ansiedad.
Lo queremos todo y lo queremos ya.
Frente a este culto a la rapidez existe una alternativa para vivir mejor el día a día.
La lentitud.
Esto no significa hacer todo más despacio, sino cambiar la forma en la que vemos la velocidad. La corriente de la rapidez nos arrastra y nos ha hecho olvidar que hay cosas cuya belleza reside en disfrutarlas hasta perder la noción del paso del tiempo. Hablo de la familia, pareja, amigos, pasiones, el autocuidado… (Reisch, 2001; Lamb, 2019).
La vida sin tiempo para gastar en estos momentos ni es vida ni tiene valor.
Siempre he pensado que nuestro recurso más valioso es el tiempo, y para poder gastarlo donde importa, primero hay que ahorrarlo. ¿De dónde ahorrarlo? Creo que aquí muchos se confunden: hay quien ve la productividad como una forma de trabajar más, ponerse más tareas, más objetivos y al final terminar corriendo como el hamster en la rueda.
Yo pensaba así hasta que mi cuerpo no dio más de sí y tuve de parar.
Me di cuenta que el ritmo que llevaba no era sostenible y mis metas se convirtieron en mis demonios, pero escarmenté. Ese es el cambio de mentalidad hacia la velocidad del que te hablaba.
Ya no quiero ser más productivo para hacer cada vez más y más cosas, sino hacer las mismas en menos tiempo y gastar el resto del tiempo en lo que me llena el alma.
Ya no quiero ir corriendo como un loco para llegar a la meta, sino encontrar el camino más corto para ir andando. Esa es la diferencia.
Las 3 claves de la productividad lenta
1. Haz menos
La multitarea es un mito, simplemente. A más cosas tratas de hacer, peor es el procesamiento de la información y menos avanzas (Foerde et al., 2006).
Dado que el rendimiento se encuentra cuando ponemos foco en una sola cosa, reduce tu número de tareas diarias, prescinde de lo que puedas y delega lo que sea posible. No todo tiene que pasar por tus manos. Así, en lugar de estar pendiente de mil cosas y no atinar con ninguna, pondrás foco y avanzarás (Newport, 2024).
Lo aprendí a base de equivocarme.
Decidir qué no hacer es tan importante como decidir qué hacer.
2. Camina a un ritmo natural
La productividad siempre ha ido por temporadas, literalmente.
Durante la mayor parte de la historia, el trabajo estaba ligado a la agricultura, pesca ganadería y otros trabajos estacionales. Trabajar sin cambios de ritmo es algo que se generalizó tras la revolución industrial, puesto que las fábricas no dependen de si es primavera u otoño (Newport, 2024).
Tu creatividad y energía fluctúa, no eres un máquina y tus días no son todos iguales.
Si eres el tipo de persona que se exige demasiado, Newport recomienda esta técnica: Cada vez que añadas una tarea al calendario, resérvate una cantidad igual de tiempo para ese día o los próximos. Si programas 30 minutos para una llamada el martes, encuentra otros 30 minutos de tu calendario para ti. A medida que un día se llena de tareas, también se llena de bloques de tiempo protegidos, haciendo que mantengas un equilibrio sostenible entre responsabilidades y tiempo libre.
Algo similar me sucede, observé que tenía días muy prolíficos en los que escribía durante horas y otros en los que apenas avanzaba. Es crucial tener hábitos, pero hay que ser flexible, por eso unos días son de escritura incansablemente y otros son de sosiego y divagación.
Es ese equilibrio el que te hace ser productivo sin agotar tus energías.
3. Calidad antes que cantidad
Eleva la búsqueda de excelencia por encima de la productividad vacía.
No por haber hecho más cosas has aportado más valor. Cualquiera podría hacer mucho trabajo mediocre, pero muy pocos podrían hacer un trabajo excelente. Esto es nuevamente el cambio de mentalidad hacia la velocidad. Claro que podría escribir todos los días una carta, pero es obvio que la calidad no sería ni de lejos la misma.
Date tiempo para producir algo grandioso, pero no tiempo ilimitado.
Enfócate en crear algo lo suficientemente bueno como para que tu trabajo brille, pero libérate de la necesidad de forjar una obra maestra. La excelencia es posible, la perfección inalcanzable (Newport, 2024).
Lo recalco.
No quiero ser quien más corre para llegar a la meta, quiero saber cuál el camino más corto para llegar andando, porque metas hay muchas y los sprints se agotan.
✍️ Te toca a ti: ¿Sientes que tu ritmo no te permite disfrutar ni descansar?
💭 Cita del día x3: Todas de “5 centímetros por segundo”, de Makoto Shinkai.
«En los últimos años, he querido seguir adelante, he querido apoderarme de algo que no podía alcanzar. ¿Qué fue eso? No tengo ni idea».
«Sin saber de dónde venían esos pensamientos obsesivos, simplemente me ahogué en mi trabajo».
«¿A qué velocidad debo vivir para poder volverte a ver?»
Nos vemos, cuídate ♥️.
📚 Referencias
Foerde, K., Knowlton, B. J., & Poldrack, R. A. (2006). Modulation of competing memory systems by distraction. Proceedings Of The National Academy Of Sciences Of The United States Of America, 103(31), 11778-11783. https://doi.org/10.1073/pnas.0602659103
Honoré, C. (2005). In Praise of Slow: How a Worldwide Movement is Challenging the Cult of Speed.
Lamb, D. (2019). Taking it day-by-day: an exploratory study of adult perspectives on slow living in an urban setting. Annals Of Leisure Research., 22(4), 463-483. https://doi.org/10.1080/11745398.2019.1609366
Newport, C. (2024). Slow productivity: The Lost Art of Accomplishment Without Burnout. Random House.
Nowotny, H. (2018). Time: The Modern and Postmodern Experience. John Wiley & Sons.
Reisch, L. A. (2001). Time and Wealth. Time & Society, 10(2-3), 367-385. https://doi.org/10.1177/0961463x01010002012
Hoy, Álvaro, voy a contestarte con un texto que escribí hace un tiempo, sobre la lentitud, sobre el «dejarse llevar». Iba a ser un poema, y al final lo dejé en prosa a la espera de ver qué hago con él... Cada vez que lo leo, me recuerda que he de bajar el ritmo. Lo leo siempre que noto que me estoy acelerando... 😅 Ahí va:
«En medio de la velocidad que define nuestros días, he descubierto en la lentitud un refugio donde mi alma respira. Cuando disminuyo el paso, el mundo se revela con una claridad que la prisa oculta: los colores, los sonidos, las texturas que en la vorágine se desvanecen. Cada instante se alarga, permitiéndome saborear la vida en su esencia más pura, reconectando con lo que realmente importa.
Caminar sin rumbo, dejarme llevar por el viento, es un placer olvidado que redescubro con nostalgia. En esos momentos, siento cómo el tiempo se disuelve, y con él, las urgencias que me atan. Me invade un anhelo por esos días en que las horas eran largas y las conversaciones profundas, cuando la vida se vivía con calma, con una intención que hoy parece distante.
Al optar por la lentitud, no estoy cediendo a la pereza; estoy eligiendo la autenticidad. Me doy cuenta de que no se trata de llegar primero, sino de disfrutar el trayecto, de saborear cada paso. En la lentitud, encuentro la riqueza que la prisa me niega, un tesoro que el mundo moderno intenta arrebatarme, pero que persiste en lo más profundo de mi ser.»
De las 3 claves que comentas, me quedo con la importancia de la tercera. La calidad antes que la cantidad. Amén. Ahí le has dado bien. 👌
Gracias por tus cartas. ❤️
Gracias por escribir esto porque a veces siento que estoy loca cuando una voz dentro de mí me dice que una vida más a mi ritmo es ser una vaga.
Esto nos ha hecho la cultura de la inmediatez. Castigarnos por escuchar nuestras necesidades.
Me he sentido muy identificada con la experiencia donde cuentas que te viste obligado a bajar el ritmo. Algo parecido me pasó a mí. Y no puedo, ni quiero, volver al ritmo frenético anterior. Allí donde me empujen hacia la rapidez, no quiero estar. Es en escuchar el ritmo que me marca la vida dentro donde me encuentro de verdad. Fuera... eso es un espejismo de otra realidad que no me pertenece. 🙏