La Omnipantalla: Infancia digital, hiperconexión y soledad
El dominio de lo digital en la sociedad del presente
🏷️ Categorías: Felicidad, Soledad, Relaciones sociales.
Vivimos en la era de la conexión permanente.
Un niño de ocho años tiene hoy día más acceso información que un erudito del pasado: puede hablar con alguien en Japón, jugar con un desconocido en Australia o ver cómo vive una niña en Noruega, todo desde su mano. Pero quizás nunca subió a un árbol, esperó a un amigo sin pantalla o sintió el silencio sin temer al aburrimiento.
Podría sonar a queja de las que empiezan con un “en mis tiempos”, pero no es eso.
No tengo nostalgia de un mundo sin Wi-Fi. Tengo dudas sobre el futuro digital.
¿Qué sociedad estamos dejando atrás y hacia cuál nos dirigimos?
La caverna ya no es de piedra
Platón hablaba de una caverna. Allí dentro, las personas veían sombras proyectadas en la pared y creían que eso era la realidad. Hoy, la pared es una pantalla, y la sombra... bueno, la sombra tiene filtros, música y quizá la hizo una IA.
Y no es que la tecnología sea el enemigo. No me gusta pensar en esos términos.
Pero sí creo que olvidamos algo básico: la riqueza del mundo material.
Los niños crecen dentro de este universo intangible. Lo físico—el tacto, el olor, el silencio, el aburrimiento fértil— es reemplazado por imágenes filtradas, sonidos digitales y estimulación a un ritmo muy superior al que naturalmente van las cosas.
No se explora el mundo: se consume contenido.
Jean Baudrillard argumentó en 1994 que vivimos en un mundo de simulación, donde la representación en imágenes sustituye a la realidad. Si lo pensaba en 1994… piensa en lo que hoy día vemos en el espacio digital. No solo es que sustituya a la realidad, es que moldea nuestra percepción. Lo que el algoritmo viraliza se convierte en meta a lograr para el resto de personas y tema del que hablar; lo no viral, se olvida al instante.
El valor de las cosas se mide en interacción: likes, comentarios...
Martin Heidegger decía que la tecnología nunca es neutral. Siempre tiene intención. Hoy, esa intención se llama retención. El tiempo que pasas en el espacio digital se convierte en minutos de atención que se monetizan y se venden en forma de datos.

Y los niños, ¿qué hacen? Lo mismo que ven hacer a los mayores: mirar la pantalla.
Aprenden sobre el mundo a través de la pantalla.
Mostrar antes que sentir
En la mitología griega, Narciso se enamora de su reflejo. Hoy, no hace falta agua clara. Basta una cámara frontal. Un filtro. Una pose. Millones viven atrapados en un espejo digital, buscando validación con cada publicación a base de “me gusta”.
Las redes sociales han convertido la existencia en una actuación.
No se trata de vivir, sino de mostrar que se vive.
Lo hacen los adultos y los niños aprenden por imitación. Pronto aprenden que no importa vivir, lo que importa es documentar que se ha vivido. No es sentir, es publicar lo que se siente. Y así, la infancia y adolescencia posterior se vuelve una actuación. Saben qué filtro los hace “ver mejor”, qué pose recibe más reacciones. Y poco a poco, el juego deja de ser juego. Trabajan su marca personal como si fuese marketing.
Byung-Chul Han lo llama el “yo espectáculo” (2015).
Nos hemos acostumbrado a creer que sólo existimos si otros nos miran. Likes como alimento. Seguidores como prueba de existencia. Pero detrás del feed perfecto…
¿Qué nos queda?

Es la paradoja de la conexión. Digitalmente hiperconectados, físicamente desconectados. Tristemente, la verdadera conexión requiere tacto, olor, presencia... Elementos que no caben en un video vertical de 15 segundos.
El scroll infinito como pedagogía
Los griegos tenían un ideal: La paideia.
Ese concepto era para los griegos una educación integral que armonizaba cuerpo, mente y espíritu (Jaeger, 1942). Antes, jugar era perderse. Salir sin mapa. Inventar reglas. Romperlas. Aburrirse. Pelearse. Llorar. Correr. Caerse. Rousseau defendía lo mismo que los griegos: una educación basada en la libertad, el contacto con la naturaleza y el respeto por el ritmo de la niñez.
Hoy, el modelo es otro, tanto para adultos como para los más pequeños.
La niñez está hipnotizada por estímulos, contenido rápido y recompensas inmediatas.
Hoy, muchos niños no saben estar cinco minutos sin un estímulo externo. Hace unos días viaja en autobús y en los asientos de delante iba un niño pequeño con su madre. El niño no tendría más de 7 años. Durante un trayecto de 40 minutos, suplicaba a su madre que le diera el móvil. 40 minutos de súplica ininterrumpida. 40 minutos de: “Me aburro”, “Dámelo ya”, “Por favor”… La madre le dijo a su amiga: “Mira cómo se pone cuando no le doy el móvil. Y eso que no suelo dárselo…”.
El entorno digital en el que se desarrollan fomenta la hiperactividad.
Su madre le dijo que mirase el paisaje por la ventana. La verdad es que la playa era hermosa, pero el niño no la veía. No quería verla. Él seguía pataleando con su berrinche. El mundo real no se mueve tan rápido como la pantalla. Por eso se siente tan poco apetecible, porque todo va mucho más lento y no hay cambios constantes.
El aburrimiento, el viejo amigo de las ideas, es ahora un enemigo.
Todos lo odian.
Para Arendt & Kohn (2006), al igual que los filósofos griegos educar es preparar a las nuevas generaciones para asumir la responsabilidad del mundo del mañana.
¿Pero qué herencia estamos dejando?
Solo entre miles
Nunca fue tan fácil hablar con alguien y nunca fue tan difícil sentirse escuchado.
Jonathan Haidt (2023) ha investigado cómo el uso excesivo de redes sociales se relaciona con el aumento de ansiedad y depresión en jóvenes. Son los crecientes problemas de salud mental ligados a la digitalización. Pero más allá de las cifras, está la sensación diaria de vacío. Esa especie de hambre emocional que ningún like sacia.
La relación humana ha perdido su espesor.
Ya no conocemos al otro. Sólo interactuamos con su representación, son solo un avatar. Esa falta de calor humano que no se arregla con emojis. Y en ese intercambio de apariencias, perdemos la posibilidad de construir lo más valioso: un vínculo real.
Todos saben los códigos de comunicación digital, pero pocos sostener una mirada.
Reconectar no es retroceder
No se trata de apagar todo y volver a la cueva. Se trata de salir de la que ya estamos.
Salir es apagar un rato el móvil. Recuperar las comidas sin pantallas en las que la gente charlaba. Dejar que un niño se aburra sin llenarle el tiempo de apps. Es enseñar que el silencio también es deseable. Que hay belleza en lo torpe, en lo lento, en lo no editado. Que lo digital no sustituye a lo real, solo lo complementa.
Y para ello, los adultos han de predicar con el ejemplo. Ser coherentes.
No se puede exigir a un niño que suelte el móvil si quien lo exige no lo suelta nunca
¿Seguiremos criando generaciones hiperestimuladas y desconectadas de lo físico?
La creatividad. La empatía. La resiliencia. El coraje. Todo eso no las vamos a encontrar en una pantalla. Las vamos a encontrar donde siempre han estado: en las relaciones cara a cara, en caerse, llorar y levantarse de nuevo.
¿Seguiremos en cuevas iluminadas por luz azul o saldremos a ver la luz de lo real?

✍️ Te toca a ti: ¿Cuánto de tu tiempo en lo digital es intencional y cuánto es a causa de las tácticas de retención que te hacen quemar horas sin darte cuenta?
💭 Cita del día: «Nunca me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba la atención de los demás para confirmar mi propia presencia». —Jerry Spinelli, Stargirl.
¡Nos vemos muy pronto, cuídate! 👋
Referencias 📚
Arendt, H., & Kohn, J. (2006). Between Past and Future. Penguin.
Baudrillard, J. (1994). Simulacra and Simulation.
Han, B. (2015). The transparency society. Stanford University Press.
Haidt, J. (2025). The Anxious Generation: How the Great Rewiring of Childhood Is Causing an Epidemic of Mental Illness.
Heidegger, M. (2013). The Question Concerning Technology, and Other Essays.
Jaeger, W. W. (1942). Paideia: los ideales de la cultura griega.
Rousseau, J. J. (2016). Emilio, O de la Educacion.
Como madre estoy muy preocupada por la deriva que está tomando esto. Las niñas y niños están enganchados a las pantallas a edades muy tempranas, hasta hay apliques para poner en los carritos y que vayan entretenidos mientras van de paseo. Obvio es culpa de las madres y padres que nos es más cómodo anularlos y tenerlos calladitos y quietecitos en un rincón para que no nos molesten y poder hacer nuestras cosas como antes.
Siento que se va hablando más del tema y hay mayor autocrítica, pero queda mucho. Tampoco en las escuelas se está dando buen ejemplo, ya no solo porque en algunos coles usan tablets u ordenadores personales a edades en las que tendrían que estar manipulando cosas con las manos, sino que las pizarras de tiza ya no se usan a favor de las digitales y ponen videos de youtube para explicar cualquier cosa sin que esté justificado pedagogicamente.
Mucho por cambiar empezando por revisar nuestro uso y dar ejemplo.
Gracias por estas reflexiones tan necesarias.
Excelentes reflexiones! Me siento identificada en la preocupación sobre el futuro de la niñez. El adulto aún conserva la posibilidad de elegir hacer algo diferente. Que pasa con nuestros niños que solo conocen esa dinámica de encuentro con el otro? Pueden elegir? Como equilibramos el uso de la tecnología, tan necesaria e importante, con la impronta presencial? Gracias por compartir!