Cómo viajar puede cambiar tu vida: La mujer que fue de París al Tíbet
Destilando libros - Número 2
Te doy la bienvenida a Jardín Mental. La siguiente carta es parte de nuestra colección "Destilando libros", en la que extraemos las ideas más reveladoras de la literatura.
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🏷️ Categorías: Literatura, Aprendizaje, Relaciones sociales, Toma de decisiones y sesgos.
Jamás se ha viajado tanto, pero la mayoría lo hacen como observadores pasivos.
Ven mucho, pero experimentan poco.
Piensa en como la mayoría afronta el hecho de viajar. Se limitan a seguir las recomendaciones de Google, visitan los lugares más famosos sin entender gran cosa acerca de lo que esos lugares significan, toman fotos perfectas para exhibirlas en Instagram, comen en los restaurantes mejor calificados en internet y vuelven a casa.
Regresan con recuerdos… pero, ¿cambió algo en ellos?
Al final, es un poco triste. Esa experiencia increíble se convierte en una especie de observación pasiva, similar a ver una película, pero muchísimo más cara.
¿Y si no tuviera que ser así? ¿Y si el viaje fuese una experiencia transformadora?
La diferencia entre un turista y un viajero no es el destino, sino la mentalidad.
Un viaje transformador: La mujer que fue de París a Lhasa
«Partí en secreto al amanecer, conduciendo mi pequeña caravana a través de las vastas soledades tibetanas. Desiertos áridos y praderas silenciosas, ambos salvajes y enigmáticos, fascinantes y elevadas tierras ásperas, horizontes de sueños y misterios…»
Tuve la buena idea de elegir el inicio del año para quedarme en Lhasa; me habría sido difícil, en otra época, asistir a tantas fiestas extrañas y ceremonias interesantes. Mezclada con la multitud, vestida con sus mejores galas, vi cabalgatas de caballeros suntuosamente ataviados a la antigua usanza mongola, infantería y caballería del ejército de los antiguos reyes, con cotas de malla, portando lanzas y escudos, evocando al Tíbet de antaño. Hubo breves carreras de caballos, desordenadas, alocadas, alegres, divertidas, por supuesto, pero que no se comparaban con las de los pastores del desierto de hierba. Cada día traía un nuevo espectáculo: religioso o profano.
— Alexandra David-Néel, Viaje a Lhasa.
Si hablamos sobre cómo un viaje nos puede transformar, esta historia es brutal.
A principios del siglo XX, la exploradora y escritora Alexandra David-Néel emprendió un viaje por Asia movida por su insaciable curiosidad. Con lo que tenía ahorrado marchó y le prometió a su marido que regresaría en un año y medio. Era una entusiasta de la filosofía oriental y no se conformaba con el leer sentada en Europa.
Quería verlo con sus propios ojos y viajó hasta Lhasa, la capital del Tíbet.
Pasó por China y por India en un viaje que transformaría su vida para siempre. Visitó los rincones más remotos del Himalaya, estudió en monasterios tibetanos, hizo un retiro espiritual como ermitaña y meditó en cuevas a más de 4000 metros de altitud, conoció al 13º Dalai Lama y hasta se disfrazó de mendiga para entrar a la ciudad de Lhasa, una ciudad prohibida para los extranjeros en aquel entonces.
El viaje no fue un movimiento geográfico, fue una transformación personal.
Plasmó lo vivido en Viaje a Lhasa, un relato que cuenta su travesía y evolución interior.
A través de sus encuentros con monjes, ermitaños y aldeanos, Alexandra aprendió sobre la diversidad humana, la espiritualidad, las costumbres de rincones remotos y la libertad que brinda el desapego de lo material. Fue una inmersión en una nueva forma de entender la vida, de relacionarse, de convivir.
Y lo más importante es que registró todo lo que aprendió y cómo la transformó.
En estos pasajes habla sobre cómo se integró y aprendió rápido las costumbres:
«Una buena mujer nos hizo entrar en su casa para darnos de comer. La comida consistía en leche cuajada y tsampa (harina de cebada tostada). La costumbre exige que primero se vierta la leche y luego la tsampa en el cuenco de madera que todo tibetano lleva siempre consigo, y la mezcla se hace entonces con los dedos.»
«Habría sido contrario a las costumbres tibetanas atravesar el lugar sin detenernos a comer, ya que había llegado el momento del tsaphog (la parada que interrumpe el mediodía para descansar)…»
«Oriente — especialmente en el Tíbet — es la tierra del misterio y de los eventos extraños. Si uno sabe mirar, escuchar y observar con atención continuada, descubre un mundo más allá de aquel que estamos acostumbrados a considerar como el único real, quizás porque no analizamos cuanto deberíamos los fenómenos que lo componen ni rastreamos lo suficiente la cadena de causas que los determinan.»
Aquí van 4 ideas clave de Alexandra para tener un viaje enriquecedor.
1. Conectar
Viajar no es solo ver lugares, se trata de sumergirse en ellos, como Alexandra.
Habla con los locales, practica sus costumbres, aprende de su estilo de vida y formas de relacionarse. Así contrarrestas tu sesgo de confirmación, te liberas de prejuicios y te abres a una experiencia real. No te limites a ser un espectador pasivo que sigue rutas fijadas y solo toma fotografías; busca la esencia del lugar y de sus gentes.
Para fortalecer esta conexión, una herramienta útil es llevar un diario de viaje.
No necesitas escribir largas páginas, pero sí puedes anotar tus pensamientos y conversaciones para llevar un registro de lo vivido.
Aquí van algunos momentos de conexión con los locales que Alexandrá registró:
«Gente con instrumentos agrícolas se dirigía a su trabajo, otros ya estaban ocupados en distribuir agua por los diversos canales de riego. Mientras subíamos la montaña, conversamos con varios trabajadores de los campos cercanos».
«Nos unimos al grupo, las personas con las que viajábamos provenían, en su mayoría, de Dzogong, en el valle del Nou. Estas personas, como muchos Khampas de los valles del Nou Chou, eran extremadamente amables, y fue un gran placer viajar con ellos durante varios días.»
2. Reflexionar
Viajar es una oportunidad única para la reflexión.
Al estar en un lugar nuevo, surgen pensamientos y emociones que nunca tuviste. Toma el diario de viaje que mencionamos antes y ahora reflexiona sobre estas vivencias para cuestionar lo que das por sentado en tu vida.
¿Qué recuerdos o emociones emergen al estar en ese lugar?
¿Cómo te desafían los valores y creencias de las personas locales?
¿Cómo afrontan tus mismos problemas personas tan distintas?
Viajar te obliga a salir de tu burbuja y desafiar tu heurística de disponibilidad, que es la tendencia a pensar solo en lo que conoces porque infravaloras lo infrecuente. El viaje hará que veas tu vida desde una perspectiva más amplia. Verás cómo otras culturas y personas dan solución a tus problemas de formas que jamás pensaste.
Una misma pregunta puede tener infinitas respuestas correctas.
Antes del viaje solo conocías 1 de ellas.
3. Aprender
Haz preguntas, no te quedes con la duda.
Descubre el contexto histórico y cultural detrás de lo que observas preguntando a los locales. ¿Por qué hacéis esto así? ¿Por qué celebráis este evento? ¿Qué es lo que marca la tradición del lugar? Al aprender sobre el “por qué” detrás de lo que ves, haces que el viaje se vuelva una experiencia de crecimiento y no solo ocio.
Este pasaje del diario de Alexandra me impactó:
«Había estudiado con dos ermitaños tibetanos el singular arte de mantener el calor corporal. Como tengo una mente inclinada a la investigación crítica y experimental, no tardé en desarrollar el deseo de ver por mí misma qué había de cierto en estos relatos. Vi a algunos de esos maestros sentados en la nieve, noche tras noche, completamente desnudos, inmóviles, absortos en sus meditaciones, mientras las terribles ráfagas del invierno giraban y rugían a su alrededor. Más curiosa que nunca por llevar la experiencia hasta el final, me ejercité durante 5 meses de invierno, usando la delgada túnica de algodón de los novicios a 3900 metros de altitud»
En su viaje entrenó junto a los monjes locales a resistir el frío tibetano.
Viajar es mucho más que ir del punto A al B, es un constante aprendizaje.
4. Improvisar
No conviertas tu itinerario en una prisión.
Deja espacio para la serendipia. No sobreplanifiques. En lugar de llenar cada minuto con actividades programadas, permite que las sorpresas te lleven por caminos no previstos. Lo inesperado puede ser mucho más enriquecedor que lo planeado. Recuérdalo, el mapa no es el territorio.
«Un poco antes del amanecer, a la hora en que los tibetanos tienen por costumbre ponerse en marcha, Yongden y yo escuchamos atentamente, tratando de captar sonidos de voces humanas o ruidos de animales, pero nada perturbó el profundo silencio del bosque. Me sentí más intrigada que nunca y, para satisfacer mi curiosidad, me desvié de mi camino para inspeccionar los alrededores»
El azar dará momentos de conexión auténtica con el lugar, la gente y la cultura.
Viajar es mucho más que moverse. Si aplicas estas ideas, no solo conocerás nuevos lugares; cambiarás la forma en que ves el mundo y tu propia vida.
Así de hermosa es Lhasa.
✍️ Te toca a ti: ¿Cuál ha sido el viaje más transformador que has hecho?
💭 Cita del día: «Tenemos que estar dispuestos a ir donde nos lleve el camino. Esto significa lo grande, lo pequeño, lo extraño, lo poético, lo bello, lo feo, lo sorprendente. Como la vida.» Jennifer Niven, All the Bright Places.
¡Nos vemos pronto! 👋
Referencias 📚
David-Neel, A. My Journey to Lhasa: The Personal Story of the Only White Woman Who Succeeded in Entering the Forbidden City.
I have travelled all my life and every place where I have lived and worked has changed me into a better person and a better creative (artist/writer/actor). But one instance of transformation stands out. I was in Asmara, Eritrea not as a tourist, but living and working there. I was only 20. I had made a date with a woman and went to meet her at her house in a compound. I sat by the communal well and after a while fell asleep waiting (she never did show up). At around 2 am I awoke to a man shaking me by the shoulders. We didn't share any of the languages spoken there, but he gestured that I was getting cold and I could come to his house and sleep. He gave me a spot next to his bed that he shared with his wife. He moved the coals so that I shared their meager heat. I quickly fell asleep on the mat they had put down for me. In the morning, I awoke to the feeling that someone was staring at me. Under the bed were two children who had given up their mat for me and were sleeping on the bare dirt floor. I will never forget that kindness. I had never experienced anything like that growing up in the US and Canada. Since then I have returned that kindness to others on several occasions. Each time was a reward in itself. Travel has made me a better person.
¿Cuál ha sido el viaje más transformador que has hecho?
Uff, pues ayer justo hablaba con una amiga sobre esto. Quien me conoce desde que nací 🤣 no me reconocería ahora. ☺️ Salir de España hace ya casi una década cambió muchas cosas en mi. Estar en un lugar que no es donde naciste y viviste la mayor parte de tu vida, te hace mirar las situaciones y a las personas de otra manera.
Vamos un antes y un después 🤣
Un abrazo, Álvaro