El efecto es muy fuerte. Uno se esfuerza a tope incluso por no fallar a las expectativas de gente que no conoce de nada y cuando corres con público que te anima corres más que cuando lo haces solo.
Es tan potente que solo con saber que te observan, ya cambias tu comportamiento. Imagina si además te dicen que esperan mucho de ti. Todos podemos ser los impulsores del cambio en otras personas, es lo más bonito de todo.
No había analizado el efecto Pigmalión como lo describes en tu News. Siempre le había puesto una connotación peyorativa de intentar cambiar la personalidad a la fuerza. Muy interesante 🤔
Claro, lo puedes aplicar con malas intenciones tratando de manipular a los demás. Al final siempre estamos influyéndonos los unos a los otros, a veces sin darnos ni cuenta, a veces con buenas intenciones y a veces con malas.
Es cuestión de cómo lo hagas. Solo piensa que cuando los atletas están ante un público fervoroso que corea su nombre rinden más que corriendo solos.
Qué importante esto. Y también nuestras expectativas sobre nosotros mismos/as influyen sobre lo que acaba siendo una realidad. Tengo una camiseta en la que pone "You become what you believe you are"... en este caso, cuando el efecto es sobre uno mismo, ¿también se le llama efecto Pigmalión? 🤔
¡Hola Clara! Cuando el efecto recae en uno mismo se le conoce como "profecía autocumplida". A efectos prácticos funciona igual, aunque el proceso psicológico que hay detrás es algo distinto.
Me llama más la atención el efecto Pigmalión por ser una influencia que hacemos en otra persona. Es increíble cómo podemos desencadenar en otras personas ese impulso por cambiar o avanzar con solo hacerle saber que confiamos en sus capacidades.
Sí, es un arma de doble filo. La idea al final es que al comunicarnos, influenciamos a los demás, a veces de forma deliberada, otras veces sin darnos cuenta. Si sabes cómo comunicar tu mensaje, puedes desatar cambios en las personas, como el efecto Pigmalión, o hacerlas retroceder y desalentarlas.
¡Gracias a ti por comentar! Aunque tarde un poco, siempre respondo a todo.
Desde que tengo memoria toda mi familia me ha dicho que soy muy inteligente, creencia que mi abuelito (que murió cuando yo tenía apenas 3 años) difundió con todos, uno de mis tíos con los que nunca hablo ni hemos convivido un día que me saludo me dijo "tú eres Josué, eres muy inteligente", no sé de donde surgió que mi abuelito hablara así de mí (no tengo muchos recuerdos de esa edad), pero sí me puso el estándar que he seguido toda mi vida... luego observe a otros niños que crecieron cerca de mí que a algunos de ellos les decían que eran "inútiles" que en su edad adulta no han tenido progresos sobresalientes. Soy afortunado de que instalaron una creencia positiva en mí y eso ha provocado muchos de los resultados que tengo. Ahora toca estar atentos a la influencia que nosotros ejercemos en los demás para que sea lo más positiva posible. Gracias por compartir.
Sí, parece una cosa despreciable, pero realmente influimos en los demás sin que queramos ni hacerlo. La forma en la que les hablamos y lo que opinamos sobre sus capacidades puede animar o desanimar a otras personas a progresar.
Hay que tener cuidado con lo que decimos y hacemos a los demás, el cambio que podemos generar es importante.
Qué interesante eso que cuentas. Completamente cierto, Elisa.
A veces las vivencias de otros nos inspiran muchísimo, como lo autores. Es increíble como hay personas que se vuelven en nuestros referentes pese a ni conocerlos físicamente. A mi me ha sucedido con Séneca.
Me ha encantado esta carta, Álvaro. Y es que me he sentido muy identificado.
Cuando yo estudiaba en el instituto (1º de BUP, ¡qué tiempos!) teníamos a un profesor de Historia al que llamábamos por su apellido, Martín, y era un profesor que no caía muy bien al principio del curso. Yo era un estudiante normalito por aquel entonces, no entraba en el grupo de los empollones, pero tampoco estaba entre los que suspendían de facto. Pero este profesor provocó un cambio radical en mí. Resultó ser que, en mi clase al menos, muchos se aburrían con su forma de impartir las clases y yo creo que él nos lo notó en un momento dado. Un buen día nos dijo que si la Historia nos parecía aburrida o un tostón, que hiciéramos esquemas, porque así su estudio sería más llevadero. Recuerdo que entonces estábamos estudiando las civilizaciones antiguas, y a mí me dio por hacerle caso y me «trabajé» un esquema apaisado en un DIN-A3 y allí metí a las 9 civilizaciones antiguas que estudiábamos con su ubicación, período y contribuciones sociales y culturales. Tuve el valor de mostrárselo a Martín un día a la salida de clase, y le gustó tanto que, aparte de felicitarme por ello, lo comentó en la siguiente clase (para estupor mío). Yo que nunca había destacado por nada, de repente me puso en la diana (para bien) y pronto mis compañeros empezaron a pedirme los esquemas que hacía. Me pasé el bachillerato haciendo esquemas, que compartía con mis compañeros de clase y Martín siempre me ayudó y me apoyó en mis dudas. Él fue el culpable de que ahora me fascine la Historia y, a buen seguro nunca me olvidaré de lo que hizo conmigo, a pesar de que quise matarlo cuando mostró mi primer esquema ante mis 50 compañeros... 😂
Eso sí, gracias a Martín, siempre sacaba notables o sobresalientes en Historia y en Ciencias Naturales, asignatura donde también me aficioné a estudiar con esquemas.
Después de la brasa que te he contado, entiendo que viví el efecto Pigmalión de lleno con él. La influencia que ejerció en mí ¡todavía me dura! (y yo que me alegro)
Me ha encantado tu experiencia, Jaime, tanto que me la voy a guardar en mi zettelkasten para no olvidarla. Tu historia me ha inspirado, es ejemplo claro del efecto Pigmalión. Es increíble los grandes cambios que podemos generar en los demás con acciones tan pequeñas.
Creo que darnos cuenta de esto nos motiva aún más a animar a otros a progresar.
El efecto es muy fuerte. Uno se esfuerza a tope incluso por no fallar a las expectativas de gente que no conoce de nada y cuando corres con público que te anima corres más que cuando lo haces solo.
Es tremendo, efectivamente, Ezequiel.
Es tan potente que solo con saber que te observan, ya cambias tu comportamiento. Imagina si además te dicen que esperan mucho de ti. Todos podemos ser los impulsores del cambio en otras personas, es lo más bonito de todo.
No había analizado el efecto Pigmalión como lo describes en tu News. Siempre le había puesto una connotación peyorativa de intentar cambiar la personalidad a la fuerza. Muy interesante 🤔
Claro, lo puedes aplicar con malas intenciones tratando de manipular a los demás. Al final siempre estamos influyéndonos los unos a los otros, a veces sin darnos ni cuenta, a veces con buenas intenciones y a veces con malas.
Es cuestión de cómo lo hagas. Solo piensa que cuando los atletas están ante un público fervoroso que corea su nombre rinden más que corriendo solos.
Qué importante esto. Y también nuestras expectativas sobre nosotros mismos/as influyen sobre lo que acaba siendo una realidad. Tengo una camiseta en la que pone "You become what you believe you are"... en este caso, cuando el efecto es sobre uno mismo, ¿también se le llama efecto Pigmalión? 🤔
¡Hola Clara! Cuando el efecto recae en uno mismo se le conoce como "profecía autocumplida". A efectos prácticos funciona igual, aunque el proceso psicológico que hay detrás es algo distinto.
Me llama más la atención el efecto Pigmalión por ser una influencia que hacemos en otra persona. Es increíble cómo podemos desencadenar en otras personas ese impulso por cambiar o avanzar con solo hacerle saber que confiamos en sus capacidades.
Sí, sobre todo si es alguien que confía en nosotros, ¿no? Es un arma de doble filo o poder que habría que usar con mucha conciencia. 🤔
Gracias por responder! 🙏🏼
Sí, es un arma de doble filo. La idea al final es que al comunicarnos, influenciamos a los demás, a veces de forma deliberada, otras veces sin darnos cuenta. Si sabes cómo comunicar tu mensaje, puedes desatar cambios en las personas, como el efecto Pigmalión, o hacerlas retroceder y desalentarlas.
¡Gracias a ti por comentar! Aunque tarde un poco, siempre respondo a todo.
Desde que tengo memoria toda mi familia me ha dicho que soy muy inteligente, creencia que mi abuelito (que murió cuando yo tenía apenas 3 años) difundió con todos, uno de mis tíos con los que nunca hablo ni hemos convivido un día que me saludo me dijo "tú eres Josué, eres muy inteligente", no sé de donde surgió que mi abuelito hablara así de mí (no tengo muchos recuerdos de esa edad), pero sí me puso el estándar que he seguido toda mi vida... luego observe a otros niños que crecieron cerca de mí que a algunos de ellos les decían que eran "inútiles" que en su edad adulta no han tenido progresos sobresalientes. Soy afortunado de que instalaron una creencia positiva en mí y eso ha provocado muchos de los resultados que tengo. Ahora toca estar atentos a la influencia que nosotros ejercemos en los demás para que sea lo más positiva posible. Gracias por compartir.
Sí, parece una cosa despreciable, pero realmente influimos en los demás sin que queramos ni hacerlo. La forma en la que les hablamos y lo que opinamos sobre sus capacidades puede animar o desanimar a otras personas a progresar.
Hay que tener cuidado con lo que decimos y hacemos a los demás, el cambio que podemos generar es importante.
¿Alguna vez has sentido como el apoyo de los tuyos te impulsaba a seguir cuando pensabas que no podrías continuar?
Sí, claro que sí, aunque si te soy sincera no de la manera que esperaba, sino mejor ☺️.
A veces, el desánimo ha podido conmigo y ellos me han animado. Otras veces, la vida de algún autor de referencia me ha impulsado ☺️.
Un abrazo!
Qué interesante eso que cuentas. Completamente cierto, Elisa.
A veces las vivencias de otros nos inspiran muchísimo, como lo autores. Es increíble como hay personas que se vuelven en nuestros referentes pese a ni conocerlos físicamente. A mi me ha sucedido con Séneca.
¡Nos leemos ☺️!
Me ha encantado esta carta, Álvaro. Y es que me he sentido muy identificado.
Cuando yo estudiaba en el instituto (1º de BUP, ¡qué tiempos!) teníamos a un profesor de Historia al que llamábamos por su apellido, Martín, y era un profesor que no caía muy bien al principio del curso. Yo era un estudiante normalito por aquel entonces, no entraba en el grupo de los empollones, pero tampoco estaba entre los que suspendían de facto. Pero este profesor provocó un cambio radical en mí. Resultó ser que, en mi clase al menos, muchos se aburrían con su forma de impartir las clases y yo creo que él nos lo notó en un momento dado. Un buen día nos dijo que si la Historia nos parecía aburrida o un tostón, que hiciéramos esquemas, porque así su estudio sería más llevadero. Recuerdo que entonces estábamos estudiando las civilizaciones antiguas, y a mí me dio por hacerle caso y me «trabajé» un esquema apaisado en un DIN-A3 y allí metí a las 9 civilizaciones antiguas que estudiábamos con su ubicación, período y contribuciones sociales y culturales. Tuve el valor de mostrárselo a Martín un día a la salida de clase, y le gustó tanto que, aparte de felicitarme por ello, lo comentó en la siguiente clase (para estupor mío). Yo que nunca había destacado por nada, de repente me puso en la diana (para bien) y pronto mis compañeros empezaron a pedirme los esquemas que hacía. Me pasé el bachillerato haciendo esquemas, que compartía con mis compañeros de clase y Martín siempre me ayudó y me apoyó en mis dudas. Él fue el culpable de que ahora me fascine la Historia y, a buen seguro nunca me olvidaré de lo que hizo conmigo, a pesar de que quise matarlo cuando mostró mi primer esquema ante mis 50 compañeros... 😂
Eso sí, gracias a Martín, siempre sacaba notables o sobresalientes en Historia y en Ciencias Naturales, asignatura donde también me aficioné a estudiar con esquemas.
Después de la brasa que te he contado, entiendo que viví el efecto Pigmalión de lleno con él. La influencia que ejerció en mí ¡todavía me dura! (y yo que me alegro)
Gracias por estar. ❤️
Me ha encantado tu experiencia, Jaime, tanto que me la voy a guardar en mi zettelkasten para no olvidarla. Tu historia me ha inspirado, es ejemplo claro del efecto Pigmalión. Es increíble los grandes cambios que podemos generar en los demás con acciones tan pequeñas.
Creo que darnos cuenta de esto nos motiva aún más a animar a otros a progresar.
Genial historia que me has contado, Jaime :)