🏷️ Categorías: Toma de decisiones y sesgos, Aprendizaje, Zettelkasten.
Esta carta va de pensar en si lo que pensamos es realmente nuestro.
La tuya, la mía, ¿son de verdad nuestras ideas y opiniones?
Parece una pregunta absurda, pero no estaría tan seguro.
La opinión suele formarse con titulares, con resúmenes, en escuchar por encima, en lo que otros te han dicho... (Ausat, 2023). Contrastar la cantidad de información necesaria para formarse una opinión propia exige un gran esfuerzo. Es muy tentador quedarse en la orilla del mar de opiniones, esperando a que alguna ajena llegue a la arena para hacerla nuestra. Es más fácil que aventurarse mar adentro en busca de verdades.
Michel de Montaigne ya lo dijo hace siglos: “¿De qué nos sirve tener la barriga llena de carne si no se digiere, ni nos nutre?”
Eso es lo que ocurre cuando consumes información sin reflexionar.
La mente llena, pero poco cultivada.
El origen de las opiniones
Muchas de las opiniones que defendemos son un cúmulo de circunstancias.
Se forman a partir de un amalgama de experiencias personales, información que adquirimos y otra que recibimos de la influencia del entorno social. Desde una edad temprana, se nos inculcan las creencias y opiniones de nuestros padres, maestros y amigos, que moldean nuestra percepción del mundo. Este proceso de socialización se basa en la imitación, así que replicamos los puntos de vista de quienes nos rodean.
La verdad es que, si tuviéramos que debatir con alguien, no podríamos defender muchas de nuestras creencias.
Incluso las más arraigadas.
Pereza intelectual
La lucha por vencer a la pereza intelectual y formar opiniones propias no es nueva.
La pereza es, en realidad, algo innato a la naturaleza humana (Kahneman, 2011).
En la Atenas del siglo V a.C., Sócrates ya lidiaba con este mismo problema, en una sociedad que, a pesar de su apertura al debate, se dejaba seducir por las palabras encantadas de los sofistas. Ellos ofrecían elaborados discursos que en realidad estaban vacíos de argumentos, pero que muchas personas aceptaban sin rechistar. Sócrates, con actitud preguntona, instaba a las personas de Atenas a reflexionar, pero muchas se incomodaban ante sus preguntas, ya que reflexionar requiere esfuerzo.
Han pasado más de 2000 años.
La pereza sigue siendo la gran enemiga.
Hoy en día, se manifiesta en muchos aspectos, pero quizás el que más me llama la atención es el de las redes sociales. Si el diálogo es el camino hacia la verdad, como sostenían los filósofos de antaño, podríamos pensar que este espacio, donde se produce un torrente de opiniones, sería un hervidero de enriquecimiento y conocimiento. Sería algo así como el ágora, pero en versión masificada. Más personas, más diversidad de pensamientos, más debate. Ideal, ¿no?
Es justo lo contrario.
En realidad, las redes sociales tienden a rebajar el nivel del debate (Sunstein, 2018). Se convierten en un coliseo donde las posturas se polarizan y nadie está dispuesto a ceder, sino más bien a imponer su punto de vista y “derrotar” a la otra persona públicamente. Cada uno se aferra a su verdad, sin importar los argumentos que presentes.
Y aquí es donde entran en juego los algoritmos.
Ya no se trata solo de nosotros; son los algoritmos los que también diseñan nuestro consumo de contenido, moldeando nuestras opiniones (Bandura, 1977). Cada vez que deslizas el dedo por la pantalla e interactúas, le entregas al algoritmo datos que, como un sastre, confecciona un vestuario de contenido que se ajusta a la perfección a tus creencias. Te sientes tan bien en tu posición que ni siquiera te planteas que podrías estar errada. Cada vez que accedes a tus redes sociales, solo te aparece lo que reafirma tu postura.
Es como si el mundo entero te diera la razón.
Los algoritmos alimentan el sesgo de confirmación y nos recuerda un poco a la fábula del rey desnudo, donde nadie se atreve a decirle al rey que está desnudo. En este caso, el mensaje es claro: nunca se nos indica que podamos estar equivocados. Si alguien contradice nuestra opinión, la respuesta fácil es ignorarlo; total, el 99% parece estar de acuerdo contigo, así que es más fácil pensar que esa persona, que se siente sola en su desacuerdo, está equivocada. Esto es una falacia ad populum en toda regla.
Me hace gracia la manera en que se denominan esas secciones de contenido que el algoritmo nos ofrece para comer: “Para ti”, “Recomendados”, “Te puede interesar”...
Yo no quiero que sea “para mí”, porque si es “para mí”, ya sé lo que hay.
Opiniones prefabricadas, perfectamente alineadas con mi visión del mundo.
Entrar en este espacio es caer en un círculo vicioso: cuanto más consumes, más repites ideas ajenas y refuerzas tus creencias sin detenerte a pensar un solo argumento para defenderlas.
Como bien decía Sócrates: “Una vida que no es examinada no merece ser vivida”.
No es fácil, y nunca lo será.
En un mundo adicto a la velocidad, detenerse para pensar es un acto de valor.
Cómo hacer una buena digestión de ideas
Retomando la cita de Michel de Montaigne, ¿cómo podemos asegurarnos de que toda esa información que nos llega sea bien digerida y nos nutra?
Yo lo hago así.
Cada vez que me intereso por un nuevo tema o leo un libro, voy tomando notas literarias en mi Zettelkasten. A medida que profundizo y tomo más notas, comienzo a ver discrepancias, matices y conexiones entre mis ideas y las de otros autores. Es en este proceso que surge el debate que me enriquece, donde empiezo a unir puntos y a formar mi propia opinión. Cuando me siento preparado, con los datos sobre la mesa, escribo una nota permanente donde construyo mi opinión formada.
Esas notas son las que me nutren y dan sentido a mi visión del mundo.
Ni se de todo, ni todo lo que pienso será cierto; pero hago un consumo deliberado en el que la prioridad no es saber más, sino saber mejor. Mis opiniones son solo mis herramientas para seguir caminando por el mundo. No son herramientas perfectas, pero al menos son mías, no las que me han prestado y no se ni por qué las llevo.
Quien forja sus herramientas es libre; quien no, vive a merced de lo que le prestan.
✍️ Te toca a ti: ¿Qué haces tú para contrastar la información y opinar?
💭 Cita del día: «Sólo los educados son libres» Epicteto, Enquiridion.
¡Nos vemos pronto, cuídate mucho y reflexiona! 👋
Referencias 📚
Ausat, A. M. A. (2023). The Role of Social Media in Shaping Public Opinion and Its Influence on Economic Decisions. Technology And Society Perspectives (TACIT), 1(1), 35-44. https://doi.org/10.61100/tacit.v1i1.37
Bandura, A. (1977). Social learning theory. Englewood Cliffs, N.J. : Prentice Hall ; Toronto : Prentice-Hall of Canada. [Enlace]
Epictetus. (2020). The enchiridion.
Kahneman, D. (2011). Thinking, Fast and Slow. Penguin UK.
Plato. Apology
Samuels, M. G. (2012). Review: The Filter Bubble: What the Internet is Hiding from You by Eli Pariser. InterActions UCLA Journal Of Education And Information Studies, 8(2). https://doi.org/10.5070/d482011835 [Enlace]
Sunstein, C. R. (2018). #Republic: Divided Democracy in the Age of Social Media. Princeton University Press. [Enlace]
Will, F. (2023). Montaigne’s essays: Tackling It. Cambridge Scholars Publishing.
Hola, Álvaro.
Me parece afortunada la analogía de la carne que no se digiere y no nutre vs las creencias u opiniones (también indigestas) que no nutren la mente. Ambas ocupan el espacio que podría servir para nuevos alimentos (físicos o mentales) y mantienen a la persona en un estado de petrificación que no permite crecimiento, evolución.
Gracias. 🙏🏽
Me encantan tus publicaciones, me dejan siempre algo en que pensar y reflexionar y los temas resuenan tanto con mi interés que me encanta leerlos. ¡Gracias!