🏷️ Categorías: Lecciones de vida, Historias personales.
Pequeñas acciones generan grandes cambios.
El viernes pasado, la estación de autobuses estaba repleta de gente. Estaba haciendo cola en la taquilla para comprar mi billete mientras miraba ansiosamente el reloj. El tiempo se agotaba y mi autobús estaba a punto de salir. La fila avanzaba lentamente y las agujas del reloj a la velocidad de la luz.
El autobús estaba a punto de partir y no podía comprar mi billete.
Probé la solución desesperada.
Abandoné la cola y corrí hacia el autobús para hablar con el conductor. Con la respiración agitada, le expliqué la situación y le pregunté si podía venderme el billete directamente en el autobús, cosa que era posible. Sin embargo, su respuesta fue un cortante "no". Le dije que tenía asientos libres y que el podía venderme el billete.
Su respuesta fue un “no” rotundo y me mandó a la cola de nuevo.
¿Por qué no me hizo el simple favor de venderme el billete él mismo…?
Desalentado y algo enojado, volví a la cola y vi cómo mi autobús se alejaba de la estación. Me resigné, solo podía esperar al próximo autobús y volver a hacer cola desde el inicio otra vez… Tras mucho esperar, pronto sería mi turno, ya solo había una chica delante. La chica tendría unos 18 años a lo sumo, llevaba consigo una voluminosa mochila. Usaba gafas y tenía el pelo de color castaño y algo rizado.
Ella también tenía problemas y prisas, como yo.
La escuché mientras hablaba con el vendedor de la taquilla, por lo visto la chica había comprado un billete digital con su móvil, pero como ella no era de aquí, se había equivocado de destino y necesitaba cancelarlo. La aplicación no permitía cancelaciones gratuitas en el último momento, por lo que le pidió al vendedor si podía cambiarle el billete sin tener que pagarlo de nuevo.
Desgraciadamente, eso era imposible, el vendedor se lamentó.
Tenía que pagar otro billete: 2,71€.
Su rostro se puso pálido al darse cuenta de que no llevaba suficiente dinero para pagar. Tenía que tomar el bus pronto para ir a la estación de trenes y luego tomar allí un tren que ya había pagado para volver a Zaragoza. No podía esperar a que un familiar viniese y le pagase el billete, perdería también el tren a Zaragoza.
Se puso extremadamente nerviosa.
Sin pensarlo dos veces, le pagué su billete.
La gratitud se veía en sus ojos, era inconfundible, repetidas veces me agradeció mi gesto desinteresado. Gracias a mi pequeño gesto podría volver a Zaragoza.
Después de todo este contratiempo, la chica se marchó y yo al fin logré tomar el siguiente autobús. Me senté y miré por la ventana la kilométrica cola que aún había en la taquilla. Sabía que más de uno perdería el bus a causa de las largas colas, igual que me pasó a mi.
Mi predicción no falló.
En mi autobús vi a una mujer en la misma situación en la que yo había estado antes. Se acercó al conductor y le contó que no le daba tiempo a comprar el billete en taquilla, pero para mi sorpresa, este conductor sí le vendió el billete.
¿Es esto de verdad? ¿Por qué antes me dejaron a mi tirado?
Ese contraste me dejó pensativo.
Hay personas empáticas que comprenden tu situación y saben que un pequeño gesto puede ayudarte enormemente, otras personas te ignoran.
Miré el lado positivo, gracias a la falta de consideración del conductor que me hizo perder el bus pude ayudar a la chica a volver a Zaragoza. Esta otra mujer que subió a mi bus tuvo mejor suerte que yo, el conductor fue más considerado.
Si puedes, nunca dudes en ayudar a los demás.
Haz que las buenas acciones abunden por el mundo.
✍️ Te toca a ti: ¿Recuerdas algún gesto de solidaridad similar que hayas hecho o que hayas recibido? Llegué tarde a casa, pero volví feliz por haber ayudado.
💭 Cita del día: ″No te niegues a ayudar cuando se necesita y no te niegues a aceptarla cuando se ofrece”. Lloyd Alexander, The Book of Three.
¡Gracias por estar 😊, nos vemos pronto!
Incontables veces he ayudado a personas a sacar su billete de tren en las máquinas de la estación. Cuesta lo mismo ser amable que no serlo, pero deja un mejor sabor de boca.
Cada vez me pesa más esta sociedad, donde incluso la gente con la que te cruzas todos los días en ciudades grandes como Madrid, te ignoran, te apartan de un manotazo, etc... lo veo en mi bloque de vecinos, lo veo en el box de crossfit, en el super... y no comprendo por qué nos hemos convertido en eso... Sin duda intento que esa rabia que me da esta sociedad no aleje de mí esos principios de ayudar con los que me crié en casa...