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Imagina que vas caminando por la calle.
Te detienes delante del paso de cebra y miras a ambos lados antes de cruzar. Sin embargo, justo antes de avanzar, ves que un coche se acerca, pasa por delante de ti, ignora la señal de STOP y casi te atropella.
Tu primer pensamiento hacia esa persona seguramente contenga insultos.
Como mínimo pensarás que es una imprudente y jamás debería volver a conducir.
En realidad, se pudo haber saltado el STOP porque…
Está mal señalizado o lo tapa la vegetación.
Tuvo un día terrible, está mal anímicamente y solo piensa en llegar a casa.
Se confunde porque está en una zona que no conoce bien.
El sol justamente deslumbró a la persona y no te vio.
O simplemente porque todo el mundo comete errores.
Pero no, nadie piensa en estas causas cuando juzga las acciones de los demás. Sin embargo, cuanto tú alguna vez te has saltado un STOP lo primero que piensas es…
Tenía prisa y me conozco la zona, no pasa nada.
No había nadie, así que daba igual.
No vi el STOP porque lo tapaba la vegetación.
El sol de me daba de frente en ese momento y no vi el STOP.
Somos personas, todos cometemos errores.
Misma acción, diferente juicio.
¿Por qué juzgamos tan duramente las acciones de los demás y no así las nuestras?
Error fundamental de atribución
El error fundamental de atribución es el sesgo por el que tiendes a pensar que el comportamiento de una persona se debe a que “esa persona es así”. Es decir, en lugar de considerar las circunstancias de la situación (factores externos), simplemente asumes que esa es su forma de ser (factor interno) (Ross, 1977).
Solo una acción nos basta para hacer interpretaciones de este tipo.
Si has buscado pareja, seguro que escuchaste supuestos detalles que son indicios de que alguien no sería buena pareja. Creer que una sola acción puede “decir mucho” sobre el carácter de alguien es una forma muy tentadora de explicar el mundo de forma rápida. El problema es que el mundo es mucho más complejo que eso.
Serían conclusiones muy precipitadas, ¿verdad?
Pues todo el tiempo las hacemos, muchas veces sin darnos ni cuenta.
¿Por qué somos así?
No eres solamente tú, es innato y se debe a 3 factores (Ross & Nisbett, 2011).
Información limitada: Cuando observas a los demás, lo que tienes delante de tus ojos es una acción concreta. No conoces los detalles de su vida o las circunstancias del contexto. Solo una acción. Por eso generalizas. (Heider, 1982).
Solo te fijas en una parte: Tu atención se centra en la persona, por lo que sobrevaloras las características de la persona e infravaloras el contexto que puede haber influido. Por eso no piensas en que el sol pudo haber deslumbrado a la persona y por eso no vio el STOP. Solo ves su acto de saltarse la señal y piensas que es una persona imprudente y que no sabe conducir.
Buscar coherencia: Nuestro cerebro busca patrones para intentar predecir el mundo que nos rodea. Cuando generalizas pensando que esa persona actúa así por su forma de ser estás buscando coherencia para poder predecir. Piénsalo, si dices, “es una imprudente porque se saltó el STOP”, ya puedes predecir como será su comportamiento porque piensas que siempre actúa imprudentemente. La realidad es que solo es una conclusión precipitada a causa de tu enfado.
No juzgues tan rápido
Este sesgo es una de esas verdades que, una vez las sabes, te cambia la mentalidad.
El pasado viernes, mientras esperaba el bus en la parada, noté que se retrasaba mucho, algo inusual: aproximadamente 20 minutos. La impaciencia se notaba entre los pasajeros, muchos ya estaban de mal humor y se quejaban del servicio. Cuando al fin llegó el bus y el conductor abrió la puerta, un hombre le dijo con tono molesto: "¡Vaya servicio! ¡20 minutos tarde!". El conductor, muy irritado por el comentario, respondió: “¡Lo que tú no sabes es que hubo un accidente en el cruce de la estación y la policía tuvo que cortar la calle!”.
No podía parar de pensar en este sesgo, por eso es que escribí esta carta.
La próxima vez que veas una situación en la que sientas la tentación de juzgar a alguien por sus actos, detente y recuerda este sesgo. Trata de ponerte en la situación de la otra persona, empatiza y piensa qué factores la llevaron a actuar así. Tener este sesgo en cuenta te hará ser una persona más prudente y menos prejuiciosa.
El mundo no se divide en personas malas y buenas.
Nada es blanco ni negro.
✍️ Te toca a ti: ¿Haces el ejercicio de pensar en las circunstancias que llevan a los demás a actuar de cierta manera? La empatía es lo que nos hace humanos.
💭 Cita del día: «Yo soy yo y mis circunstancias» José Ortega y Gasset.
¡Nos vemos pronto, cuídate mucho y mira antes de cruzar las calles! 👋
Referencias 📚
Heider, F. (1982). The Psychology of Interpersonal Relations. Psychology Press.
Ross, L. (1977). "The intuitive psychologist and his shortcomings: Distortions in the attribution process". In Berkowitz, L. (ed.). Advances in experimental social psychology. 10. New York: Academic Press. pp. 173–220.
Ross, L., & Nisbett, R. E. (2011). The Person and the Situation: Perspectives of Social Psychology. Pinter & Martin Publishers.
Me gusta pensar que el mundo no está en mi contra y que esas cosas que a veces pasan, pues pasaron por casualidad, no por una fijación de un Dios supremo de hacerme la vida imposible.
Recientemente estuve pensando en el tema de esta newsletter, precisamente ante hechos relacionados con transportes publicos. A parte de lo que comentas sobre prejuzgar ante situaciones que no sabemos bien porque se han dado, creo que la gente además, ¡se ofuzca muchisimo! No nos sirve de nada enfadarnos tanto ante un autobús que no llega, ¡hay cosas que no dependen de nosotros y no tenemos que perder nuestra paz ante ellas! Ni mucho menos cargar contra un conductor, que los pobres, cada vez que hay un retraso, se tienen que comer los enfados de todos los pasajeros.