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No todo tiene que brillar.
Nos lo creemos a veces, quienes amamos escribir solemos exigirnos más de lo que ningún lector jamás nos exigirá. Queremos que cada cosa que sea extraordinaria. Que cada línea tenga peso, que cada idea sea reveladora. Página tras página. Día tras día.
Y cuando no sucede (porque no puede suceder siempre), sentimos que fracasamos.
Nos decimos: “No es suficiente”. “Mediocre”. “No vale”.
Entonces viene el silencio. El miedo. La parálisis. El cursor parpadeando sobre el fondo blanco y la sospecha de que no vales tanto como creías… Un borrador a medias y sensación de desánimo es todo lo que queda.
—¿Para qué seguir si esto no está a la altura? —te preguntas.
Si te soy sincero, estuve ahí demasiadas veces, pero un cambio de mentalidad me transformó. Verás por qué ser prolífico te llevará más lejos que ser perfecto…
La trampa de la perfección
Jerry Uelsmann es un profesor de fotografía que un día hizo un experimento…
El primer día de clase, dividió a sus alumnos en 2 grupos:
Grupo de cantidad
Grupo de calidad
El grupo de cantidad sería evaluado por el número de fotos que tomase. 100 fotos decentes sería la nota máxima. 50, un aprobado justo. El grupo de calidad, en cambio, solo debía entregar 1 foto excelente. Eso bastaría para obtener la máxima calificación.
¿El resultado al final del semestre?
Las mejores fotografías salieron del grupo de cantidad (Bayles & Orland, 2019).
¿Por qué?
Porque los estudiantes del grupo de cantidad pasaron semanas probando cosas, fallando, corrigiendo, aprendiendo. Mientras tanto, el grupo de la calidad se quedó atrapado en la teoría, en la duda, en el miedo de no crear algo “lo bastante bueno”.
Esto es exactamente lo que pasa con nosotros.
Queremos hacer algo perfecto... y al final no hacemos nada.
Repetición antes que resultados
La mayoría de las veces nos fijamos objetivos monstruosos desde el primer día. Pero no, lo primero que escribas no será una obra maestra. Y como en el caso del grupo de calidad de fotografía, aspirar a la perfección no es una manera efectiva de avanzar.
Si quieres escribir una gran novela, no te obsesiones con tu primer borrador.
Necesitas escribir diez novelas mediocres antes. O incluso empezar con varias decenas de cuentos para entender lo que funciona y lo que no. Si entrenas con intención, cada obra te hace mejor y pese a que el resultado aún sea mediocre, vas por buen camino.
En mi caso, escribo tres artículos por semana. Sin excusas. ¿Son todos buenos?
No. Pero algunos sí.
Y no sabré cuáles lo serán hasta que los haya escrito.
Desde mi escritorio solo sé una cosa, que si escribo un promedio de quince artículos al mes, cinco o seis serán buenos. No porque yo lo diga. Sino porque los lectores me lo hacen saber, comentan sus impresiones, agradecen el buen trabajo que hice.
Y ese es el único secreto: ser prolífico, no perfecto.
Es igual en cualquier ámbito creativo. Si dibujas, no intentes hacer un dibujo perfecto al mes. Haz un dibujo al día. Aprende con cada línea. Si haces música, no trates de componer el hit de tu carrera en un mes. Compón decenas, cientos de canciones. La número 67 puede ser la que te cambie la vida.
El progreso no surge del análisis desde la casilla de salida.
Nace de la práctica, y para ello hay que moverse.
Esa es la cuestión.
Mentalidad prolífica, no perfeccionista
Hay muchos casos, te diré solo algunos.
1. Isaac Asimov
Escribió más de 500 libros. Sí, quinientos. ¿Sabes cuántos de esos recordamos hoy? Pocos. Su saga de La Fundación. Algunos relatos de ciencia ficción. Tal vez un ensayo. Pero nadie —nadie— recuerda las 400 y más obras que no cambiaron el mundo.
Y Asimov lo sabía.
No se sentaba a escribir esperando crear la obra maestra cada día de la semana. Simplemente se sentaba a escribir porque era su rutina. Daba lo mejor de sí incluso cuando sabía que el resultado del día podría ser mediocre.
La perfección es casi inalcanzable y no es sostenible obra tras obra.
2. Lope de Vega
El "monstruo de la naturaleza", como lo llamó el mismísimo Cervantes.
Escribió más de 3000 sonetos y entre 200 y 300 obras de teatro. ¿Recordamos todas? No. Pero su volumen fue tal que algunas se convirtieron en clásicos inmortales del Siglo de Oro español, la época de gran florecer cultural en España.
Lope de Vega fue prolífico por definición.
Pero aún hay más.
3. Alejandro Dumas
Ha pasado a la historia por El Conde de Montecristo y Los tres mosqueteros. Pero también es autor de cientos de otras historias que, sumadas, alcanzan más de 100.000 páginas escritas. Su obra maestra no salió de la nada.
Salió de años de escribir, escribir y escribir.
Son personas prolíficas, ejemplos que encarnan la regla: no sabes cuál de tus trabajos será el que dejará huella, así que trabaja cada día como si fueras a crear tu obra maestra, incluso cuando el resultado final sea mediocre.
Y ahí llega lo que más duele…
Aceptar el trabajo mediocre
Cuesta aceptarlo, pero está bien. De hecho, es necesario.
No puedes pintar algo extraordinario sin antes pasar por lienzos fallidos.
No puedes escribir poesía que resuene sin antes pasar por versos que son ruido.
No puedes escribir una obra maestra sin antes escribir docenas de obras mediocres.
¿La lección?
Si quieres tener ideas buenas, necesitas tener (y escribir) muchas ideas. No te preocupes si algunas de ellas son malas. Haz espacio para el error. Para lo imperfecto. Para lo olvidable. En ese océano de papel flota tu mejor obra.
Asimov lo dijo mejor que nadie…
Dudo que alguien diga que soy un gran escritor, espero que digan: “aquí hay un compañero que disfrutaba mucho de escribir”. Muchos otros escritores que conozco sufren al escribir, pero yo no (Asimov, 1985).
Pasó a la historia como el gran escritor de ciencia ficción.

Tienes que amar la escritura para ser prolífico y tienes que ser prolífico para brillar.
Y tú, ¿eres prolífico?
✍️ Te toca a ti: ¿Qué hábitos podrías incorporar hoy para ser más prolífico?
💭 Cita del día: «No hay mayor agonía que llevar dentro una historia no contada.» — Maya Angelou, I Know Why The Caged Bird Sings.
¡Nos vemos en la próxima! 👋
Referencias 📚
Asimov, I. (1985). Entrevista de Isaac Asimov con Charlie Rose [Vídeo]. YouTube.
Bayles, D., & Orland, T. (2019). Arte y miedo : peligros (y recompensas) de la creación artística.
Siento que aunque sea consciente de que la perfección es imposible muchas veces me veo a mi misma cometiendo el error de amarrarme a ella. Creo que toda mi vida he actuado con ese miedo a equivocarme, que siento que me he privado de vivir tantas cosas x eso mismo. Lo odioo pero me cuesta aun, ya q me he dado cuenta que abarca muchas áreas de mi vida que no siempre son evidentes pero q siempre estan ahi.
Sí, aquí también lo llevo a mi terreno y es que la imperfección es una de las características que más admiro a la hora de hacer collage. Me centro en lo conceptual, y es que los conceptos, en cualquier ámbito son, al menos para mí, mucho más importantes que esa supuesta perfección.