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Elegir. Qué complicado. O no. Depende.
Ayer fui a comprar al supermercado. Miré la lista de la compra. —”2 paquetes de té”—. Ahora que se acerca el invierno me gusta beber algo caliente en las mañanas frías. Llegué a la estantería y alcé la mirada. —”Té rojo, té negro, té verde, infusión de jengibre, hinojo, tomillo, tila, menta poleo, manzanilla, manzanilla con miel, cúrcuma, rooibos, mango y de frutos rojos.”
— “¿En serio?”, dije mientras volvía a leer la lista que decía, “2 paquetes de té”.
Me quedé contemplativo por varios minutos, tuve que girar mi cabeza de lado a lado para ver toda la sección de infusiones. —”No me puedo creer que haya tantas”. —”Me llevaré uno de té verde, al menos sé que esa sí me gusta”.
Empujaba el carrito de la compra mientras miraba las estanterías de los pasillos. Había más tipos de pizzas de los que pude leer, más tipos de yogures de los que pude leer, más tipos de cereales de los que pude leer; había infinitas opciones para cada cosa.
Me preguntaba si realmente necesitamos tantas opciones para estar satisfechos.
Elige, elige y elige
La filósofa Renata Salecl lo llama "la tiranía de la elección". Suena dramático, ¿verdad?
Vivimos en la era de la opciones y la flexibilidad. Jamás habíamos tenido tantas opciones disponibles para elegir nuestro camino y jamás había sido tan fácil cambiar de opción sin sufrir consecuencias. Suena genial, pero no lo es tanto.
Estamos ahogándonos en un mar de opciones.
A veces echo de menos la simplicidad de tener 2 o 3 opciones y ya.
Es curioso, pensamos siempre en la libertad como algo positivo, pero cuantas más opciones te dan para elegir, mayor suele ser la insatisfacción que sentimos hacia la elección que tomamos (Schwartz, 2009). Qué paradójico y qué difícil. Ser capaz de navegar el mar de opciones sin naufragar en el intento (yo, frente a las infusiones).
Suena ridículo, pero es cada vez más valioso tener claro lo que queremos.
No lo que nos dicen que queremos, no lo que creemos que deberíamos querer. Lo que queremos, nada más. ¿Cuándo fue la última vez que tomaste una decisión sin oír luego ese runrún en la cabeza, de "y si hubiera..."?
Es difícil recordarlo.
Iyengar y Lepper hicieron un estudio muy curioso en el año 2000. Había dos puestos para ir a comprar mermelada, en uno había 6 tipos de mermeladas, en el otro puesto había 24, 4 veces más opciones. Más opciones no nos hacía más felices, la gente solía comprar mermelada en el puesto con 6 tipos. Vaya sorpresa.
Tantas opciones nos paraliza, nos abruma, nos hace dudar.
Esa duda constante desgasta nuestra confianza (Iyengar et al., 2006). Si eres más libre que nunca y te arrepientes del camino que tomaste, comienzas a dudar sobre tu identidad: lo que eres y lo que quieres llegar a ser.
¿24 variedades de mermelada? Gracias, pero no. Con 6 me sobran.
Piensa con elegancia
No me lo podía quitar de la cabeza. La curiosidad me movía a investigar más.
Pasé las tardes leyendo sobre la elección. Al final di con un concepto interesante. La elegancia. Elegante viene de eligĕre en latín, es decir, elegancia y elegir son palabras emparentadas. La persona elegante es la que sabe elegir (Ruíz, 2018). No hablo apariencia externa, hablo de saber elegir a todos los niveles.
Saber elegir las personas de las que te rodeas.
Saber elegir tus posesiones materiales.
Saber elegir las palabras con las que te diriges a la otra persona.
Saber elegir a qué prestarle atención.
Elegancia es tener criterio. Saber lo que quieres.
Imagina que vas a comprar un coche:
¿Cuáles son tus necesidades? (¿Familia numerosa? ¿Uso diario o esporádico?).
¿Qué es importante para ti en un coche? (¿Consumo eficiente? ¿Seguridad? ¿Tecnología avanzada?).
Si tienes criterio formado, no hay millones de opciones, solo unas pocas que se ajustan a lo que tú buscas. Quedarán 3 o 4 modelos que sobresalgan en ese aspecto.
Sin criterio propio es muy tentador elegir lo que los demás eligen, como la veleta que sigue al viento sin importar a donde vaya. En España se dice: “¿Dónde va Vicente? Donde va la gente.”
No es más libre quien tiene más opciones, sino quien mejor elige entre las que tiene.
No es cuestión de cantidad de opciones, sino de calidad en la elección.
✍️ Te toca a ti: ¿Por qué eliges leerme a mi y no a otro? Quiero conocer más a las personas que cada día abren mis cartas con ganas.
💭 Cita del día: «La identidad es un conjunto de decisiones que tenemos que tomar cada día. Se trata de la elección de aparecer y ser real. La elección de ser honestos. La elección de dejar ver nuestro verdadero yo». Jane Austen, Sense and Sensibility.
Gracias por elegirme un día más ♥️.
Referencias 📚
Iyengar, S. S., & Lepper, M. R. (2000). When choice is demotivating: Can one desire too much of a good thing? Journal Of Personality And Social Psychology, 79(6), 995-1006. https://doi.org/10.1037/0022-3514.79.6.995
Iyengar, S. S., Wells, R. E., & Schwartz, B. (2006). Doing Better but Feeling Worse. Psychological Science, 17(2), 143-150. https://doi.org/10.1111/j.1467-9280.2006.01677.x
Ruíz, J. C. (2018). El arte de pensar: Cómo los grandes filósofos pueden estimular nuestro pensamiento crítico. Almuzara.
Salecl, R. (2022). La tiranía de la elección. Ediciones Godot.
Schwartz, B. (2009). The Paradox of Choice: Why More Is Less, Revised Edition. Harper Collins.
Buen artículo. Me ha traído a la mente el concepto de "parálisis por análisis". Cuantas más opciones tenemos, más tiempo dedicamos a buscar los pros y los contras antes de decidirnos. Esto puede ser bueno, pero también puede convertirse en una suerte de parálisis que nos impida avanzar. Y si a eso le sumamos que a más opciones, más posibilidades de sentirnos insatisfechos con la escogida, mi conclusión es que la actualidad de montones de opciones para todo no es precisamente positiva.
Muy interesante el artículo. Hace reflexionar sobre preferencias, sobre curvas de indiferencias y sobre toma de decisiones. Aún así, este artículo me recordó a una historia que leí de una señora que vivió en Alemania Oriental post-1945. Narraba la señora que cada vez que iba al supermercado, las filas enormes eran algo habitual. Era muy complicado elegir productos de calidad, incluso muchas veces no había productos esenciales y solo se cogían productos sustitutivos de baja calidad. Solo existía un tipo de producto, no había marcas diferentes de un mismo producto. Y todo esto sin contar que la cantidad que te podías llevar del supermercado estaba racionada. Cuenta como, tras la caída del muro, esto cambió drásticamente. Cuando acudía al supermercado, le pasaba lo que comentas en el artículo. Sin embargo, eso para ella era una bendición. Lo que quiero decir con esta historia es que bendita abundancia, es preferible la frustración de tener que elegir entre infinitas opciones, que la imposibilidad de elegir por la escasez de unas malas políticas.