Virginia Woolf: Dudar de una misma, creatividad y escritura
Notas de gigantes - Número 10
Te doy la bienvenida a Jardín Mental. La siguiente carta es parte de nuestra colección "Notas de gigantes", en la que exploramos los pensamientos de las grandes mentes de la humanidad.
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🏷️ Categorías: Hábitos, Creatividad, Lecciones de vida, Escritura.
«Una mujer debe tener dinero y habitación propia si quiere escribir ficción.»
— Virginia Woolf, A Room of One's Own.
Imagina nacer en un mundo de cuyos planes tu no formas parte.
Te hacen cerrado la puerta de las oportunidades en la cara. No hay espacio, no hay cabida para ti. Solo la expectativa de que encajes en un molde que nunca elegiste. Virginia Woolf nació en ese mundo.
Y decidió escribir su propia salida y crear su propio espacio.
Una habitación propia, espacio suficiente para encontrar su voz. Woolf escribió historias en las que desentrañaba la forma en que pensamos, sentimos, recordamos, olvidamos y lloramos. Mientras que muchos escribían tramas claras y finales cerrados, ella deshizo el esquema para escribir en tramas complejas, donde valía más el trasfondo de los personajes y su ambientación que la acción en sí misma.
Este texto es para ti.
Para quien duda de su voz al escribir, para quien siente que su escritura no es más que un revoltijo de pensamientos. Vamos a mirar a Virginia Woolf de cerca: cómo encontró su estilo, cómo era su día a día, cómo transformó lo cotidiano en literatura.
Y cómo puedes hacerlo tú.
1. Escribir con ritmo
Para Virginia, la esencia del estilo al escribir no estaba en elegir las palabras perfectas, estaba en el ritmo. En una carta que escribió a su amante Vita Sackville-West, escribió:
«El estilo es un asunto muy simple: es todo ritmo. Una vez que lo tienes, no puedes usar las palabras equivocadas». — Virginia Woolf, The Letters of Virginia Woolf.
Se trata de sentir cómo suena, cómo fluyen las frases, cómo se van hilando. Sin ritmo, la escritura se vuelve pesada como el plomo. Con ritmo, fluye.
¿Quieres ver a qué se refería? Escribiré un ejemplo demostrártelo.
Sin ritmo: Caminaba por el callejón mientras llovía. De una mano llevaba el paraguas, mientras que con la otra sacó una pistola de su gabardina. Su víctima giró la esquina y no había nadie más. Era su momento, el asesino apuntó y disparó. El hombre cayó al suelo dejando un charco de sangre que se mezclaba con el agua de la lluvia.
Con ritmo: Caminaba bajo el paraguas mientras la lluvia caía sobre el callejón. Al otro lado, la víctima dobló la esquina. Sola. Descendió con lentitud su mano hasta el interior del abrigo. Un destello de metal, un gesto y —¡Bang!— el disparo rompió el silencio. Una bala. Un hombre tirado. Un charco de sangre se mezclaba con agua de lluvia.
Misma longitud, misma idea, diferente ritmo. ¿Notas la diferencia? Seguro que sí.
El ritmo de Virginia no es uniforme ni predecible, eso la hacía cautivadora.
Cómo se expande y se contrae la narración según el momento, la escena… En su obra La señora Dalloway, las frases se alargan como un suspiro hondo y luego se quiebran en fragmentos cortos, como una aspiración repentina. Igual sucede en Al Faro.
«Sí, la brisa se estaba intensificando. El barco se inclinaba, el agua era cortaba con precisión y caía en cascadas, en burbujas, en torrentes. Cam miró hacia abajo, hacia la espuma, hacia el mar con todos sus tesoros, y su velocidad la hipnotizó, haciendo que el vínculo entre ella y James se aflojara un poco.
Empezó a pensar: Qué rápido va. ¿A dónde vamos? Y el movimiento la hipnotizaba, mientras James, con la mirada fija en la vela y en el horizonte, gobernaba el barco con determinación.» — Virginia Woolf, El Faro.
Haz la prueba: lee en voz alta lo que escribes. ¿Cómo suena? ¿Monótono? Ajusta.
2. Encontrar lo extraordinario en lo ordinario
«Gran parte de cada día no se vive conscientemente».
— Virginia Woolf, Moments of Being.
Woolf sentía que la vida se nos escurre en la rutina, en el ir y venir de las horas. Pero de vez en cuando, algo se ilumina. Un instante se vuelve nítido, como si el mundo se parase y solo una cosa importara. Ella los llamaba "momentos de ser".
La luz temblando sobre una taza de té.
Un ramo de flores comprado por la mañana.
Una conversación escuchada al azar en la calle.
Aquí van dos “momentos de ser” sobre los que ella reflexionó:
«El impacto de la poesía es tan fuerte y directo que, por un momento, no hay otra sensación excepto la del poema mismo». — Virginia Woolf, How should one read a book.
«La vida misma, cada momento de ella, aquí, en este instante, ahora, bajo el sol, en Regent’s Park, era suficiente. Demasiado, de hecho». — Virginia Woolf, Mrs. Dalloway.
Detalles minúsculos, que a veces pasamos por alto, pero que encierran todo un mundo de sentimientos. El arte no está en lo que hace, sino en cómo lo sentimos. En Al faro, un simple trayecto en bote contiene años de nostalgia, pérdidas y esperanza. En Mrs. Dalloway, una mujer compra flores.
Un hecho insignificante.
Pero Virginia lo usa para hablar de alegría y la lucha interna de un personaje.
Me recuerda mucho al concepto japonés “Ichi-go Ichi-e”.
Para entrenar tu habilidad al narrar estos sucesos, profundiza en tu diario hablando de momentos del día que sueles pasar por alto, escarba en lo que te hacen sentir, lo que significan. Escribe de lo cotidiano como si fuera lo más importante del mundo.
Porque lo es.
3. Las dudas nunca desaparecerán
En algún momento, todo artista ha pensado que su trabajo no vale nada.
Woolf también lo sentía. En Orlando, describe a un escritor que oscila entre el éxtasis y la desesperación con cada frase. En su diario también lo confiesa.
«Debo escribir sin preocuparme por si es bueno o malo. Debo seguir adelante».
— Virginia Woolf, A writer’s diary.
Es imposible erradicar las dudas para siempre. Kafka es otro que siempre dudó de su valía. Las dudas son como malas hierbas del jardín: siempre vuelven. Aprende a vivir con ello, escribe y demuestra cada día tu valía. Esperar a sentirte listo es el camino hacia no escribir nunca.
Prueba esto: Siéntate y escribe sin editar lo escrito. Sin mirar atrás, sin corregir. Luego deja el texto reposar. Cuando vuelvas, verás las cosas que hay dentro de esa maraña y seguro que habrá algo que valga la pena rescatar.
Si me preguntas, ese consejo fue clave para mi.
Lo aprendí al inicio por Isaac Asimov y veo que Woolf hacía lo mismo. Me siento a escribir por 1 hora sin parar y dejo que las palabras fluyan. Da igual si es una maraña de frases. No me importa. Luego rescataré lo que valga la pena.
4. El diario es un laboratorio
Son muchos los escritores que han escrito diarios, y hay un motivo detrás.
Virginia descubrió a lo largo de su vida el potencial que tiene un diario para un artista. Es un espacio de juego, un espacio sin reglas donde probar frases, ritmos, ideas sin tener que cumplir expectativas. Es el lugar donde se ensaya, donde se escribe con máxima libertad y mínimo compromiso.
«Creo que durante el último año he podido constatar cierta facilidad en mi escritura profesional, que atribuyo a mis medias horas casuales después del té.»
— Virginia Woolf, A writer’s diary.
Esas “medias horas casuales” eran el tiempo que escribía en su diario, ratos de divagación libre en la que, poco a poco, vio que surgían ideas con potencial.
«Puede que con el tiempo aprenda qué se puede hacer con este material suelto y a la deriva de la vida, encontrándole otro uso que el que le doy.»
— Virginia Woolf, A writer’s diary.
Ahí está la clave: Escribir para ti es escribir sin miedo. Y eso cambia las reglas.
De entre todas esas ideas que escribas en tu diario, surgirán algunas que tendrán el potencial de ser algo más que reflexiones sobre lo cotidiano y frases sueltas. Surgirán fragmentos, que podrían ver la luz como parte de una gran obra. Esa fue la conclusión a la que ella misma llegó con el paso del tiempo.
«Aquí están los ladrillos para un libro muy bueno».
— Virginia Woolf, A writer’s diary.
Lo he vivido en mi propio diario: reflexiones insignificantes han terminado convirtiéndose en cartas de Substack. Fragmentos que en su origen eran ideas sueltas, como dice Virginia, “ladrillos” para construir algo muy bueno.
Si estás empezando a escribir, te diré algo que aprendí y agradezco haber hecho.
Haz como Virginia, haz esas “medias horas después del té”. Te aconsejo que lo hagas escribiendo un diario, es lo más sencillo para empezar. Encuentra un momento del día y escribe sin expectativas sobre lo que te ha pasado durante el día, lo que te ronda por la cabeza. Verás que, con el tiempo, tu visión cambia: te vuelves una persona observadora, atenta a los pequeños detalles de la vida. Y ahí, en lo cotidiano, es donde se esconde la materia prima de grandes obras.
5. Lee y escribe sin pedir permiso
«El único consejo que una persona puede dar a otra sobre la lectura es no aceptar consejos, seguir sus propios instintos, usar su propia razón, llegar a sus propias conclusiones». — Virginia Woolf, How should one read a book.
Deja que la curiosidad te guíe al libro indicado.
Vivimos en un mundo obsesionado con las listas de "libros imprescindibles". Se escriben tantas recomendaciones de libros que es ya un género literario en sí mismo. Es impresionante.
Si quieres seguir el consejo de Woolf, lee lo que quieras y de quien quieras.
La lectura más transformadora es la del libro que menos esperas, aquel del que no has leído ninguna reseña, ni esta en ninguna lista de imprescindibles, aquel que abres sin expectativas, dejando que la curiosidad te lleve página tras página.
Así mismo se lo hice saber a un buen amigo mío. Cualquier libro puede cambiarte.
No necesitas que una recomendación de libros “te de permiso” para leer la obra. Y lo mismo aplica a la escritura, nadie tiene la verdad absoluta sobre qué es válido y qué no. Solo tú decides qué palabras importan.
Woolf no pedía permiso para escribir como quería. Tampoco tú deberías.
✍️ Te toca a ti: ¿Qué reflexiones de Virginia resuenan contigo? ¿Teníais algo en común? Yo sí, especialmente la parte de escribir un diario.
💭 Cita del día: Otro momento de ser: «En ese momento, como ocurre tan a menudo en Londres, se produjo una completa calma y suspensión del tráfico [...] Una sola hoja se desprendió del árbol [...] De alguna manera fue como una señal que caía, una señal que apuntaba a la fuerza que hay en las cosas que se pasan por alto.»
¡Nos vemos pronto, un abrazo! 👋
Hola Alvaro. Coincido contigo y con Virginia. Hace un par de años llevaba un diario donde “vaciaba” mis pensamientos. Lo dejé porque no creía que hubiese algo bueno allí. Muchas dudas sobre mi propia escritura. A comienzos de este año me dió por releerlo. Para mi sorpresa me encontré con muchos ladrillos e incluso textos completos que he estado convirtiendo en historias para la newsletter que por fin me animé a comenzar. Gracias por recordármelo porque incluso sabiéndolo a veces me desanimo y dejo de lado mi diario.
"Encontrar lo extraordinario en lo ordinario" Mi lema favorito escribo pequeñas historias sobre mi vida todo el tiempo, mezcladas con ficción.
Sin duda alguna, Virginia influyó en esa parte mia que solo quiere encontrar sentido en cada cosa que hago, por simple que pueda parecer.