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Si te paras a pensarlo, parece no tener sentido a primera vista. Si las tecnologías no paran de automatizar y agilizar los procesos, ¿por qué todo el mundo sigue viviendo igual o más apresurado? ¿No deberíamos haber ganado horas de tiempo libre mientras las máquinas hacen las cosas por nosotros?
Pues no.
A finales del siglo XIX, una familia pasaba horas cada semana en las tareas del hogar. Lavar ropa implicaba cargar cubos de agua desde un pozo lejano y luego frotar incansablemente prendas en una tabla. Lavarse significada ir de nuevo al pozo, cargar con más cubos y calentarla en una olla sobre fuego. Cocinar era sinónimo de cargar leña. Y comer, sinónimo de haber pasado semanas cultivando la tierra.
El trabajo era interminable.
En el transcurso de las décadas, la tecnología transformó el panorama: aparecieron lavadoras, aspiradoras y cocinas con electrodomésticos. Las máquinas prometían simplificar la vida, liberar a las personas del trabajo y ahorrarles tiempo.
Sin embargo, eso no fue del todo así.
A pesar de que las lavadoras limpiaban ropa mientras sus dueños podían descansar, o los refrigeradores ayudaron a no tener que ir tantas veces al mercado, las personas no encontraron más tiempo libre. En 1920, las amas de casa pasaban 51 horas a la semana en tareas domésticas. En la década de 1950, 52 horas semanales. En la década 1960, 53 horas (Schor, 1991). Medio siglo de revolución tecnológica y trabajaban más.
La historia se repite con cada avance.
Es un fenómeno global que sigue en la actualidad: a pesar de los avances en automatización, las personas viven igual o más apresuradas y con el mismo tiempo libre. ¿Por qué no trabajamos cada vez menos si todo se vuelve más productivo?
Veamos lo que pasa con esta paradoja.
1. El poder de las expectativas
La tecnología reduce el tiempo necesario para completar tareas, pero también redefine lo que se considera aceptable (Nam, 2014; Stephens, 2007).
Antes, un hogar con limpieza básica era suficiente. Con la llegada de los electrodomésticos, surgió la necesidad de tener suelos relucientes, ropa perfectamente planchada y comidas variadas todos los días. Nadie espera menos.
La tecnología mejora la eficiencia y eso eleva las expectativas de todo.
La tecnología no liberó a las amas de casa; las hizo trabajar bajo estándares más altos.
Esto se potencia por la Ley de Parkinson, que postula que "el trabajo se expande para llenar el tiempo disponible". Conforme las tareas del hogar se hacían más rápido, las personas llenaban el nuevo tiempo libre con más trabajo y responsabilidades en lugar de tomarse más tiempo de ocio.
En la era actual, el fenómeno persiste.
Las herramientas digitales permiten responder correos en segundos y completar proyectos más rápido, pero esto no se traduce en menos trabajo. Al revés, se asignan más tareas y se fijan metas todavía más ambiciosas para seguir trabajando las mismas horas (Boucekkine et al., 2014).
Al final, la productividad no para de aumentar, pero las horas libres son las mismas.
En realidad, con el aumento de productividad, se podría trabajar menos y aún así seguir produciendo más que antes. Pero eso a nadie le importa, nadie quiere frenar un poco y aprovechar el aumento de productividad para tener más tiempo libre.
Es como un hámster que trata de correr cada vez más rápido en la rueda.
2. La carrera hacia el futuro
Desacelerar significa quedarse atrás en la carrera que todo el mundo corre.
Nadie quiere quedarse atrás, incluso quienes ni saben que hay una carrera.
Me refiero a los niños. Agendas llenas de actividades extraescolares y atención constante para que tenga las mejores calificaciones, vaya a la mejor universidad y tenga el mejor trabajo. Por ejemplo, en EEUU, desde la década de 1980, los padres de educación universitaria han duplicado el tiempo que dedican a los hijos (Ramey & Ramey, 2009), esto se debe a la automatización de tareas del hogar, como decía antes.
A la vez, recuerda que las familias ahora tienen menos hijos, por lo que se depositan muchas recursos y expectativas en uno o dos hijos.
Un ejemplo cercano es el de mi sobrina. Cuando yo iba a la escuela primaria, solo estudiábamos inglés como segundo idioma. Ella, debe saber inglés y francés desde pequeña. Ahora está en la secundaria. Allí, yo estudié física y química en los últimos años, ella lo estudia desde que recién comienza la secundaria. Yo debía elegir mi especialidad a los 16 años. Ella debe tener clara su especialidad a los 14.
Me decía el otro día, “es que yo no se aún que quiero hacer, ¿cómo voy a saberlo?”
Si recibe las mismas horas de clase que yo, ¿hacen a los estudiantes ir más rápido ahora? ¿Estudian más asignaturas, pero de forma más superficial? No lo se bien.
Lo que dije: La tecnología mejora la eficiencia y eso eleva las expectativas de todo.
A pesar de vivir en una era de automatización seguimos en el mismo bucle.
El lujo no es tener más cosas, sino tener más tiempo para disfrutarlas.
3. La predicción fallida
John Maynard Keynes, uno de los economistas más influyentes del siglo XX, lanzó en el año 1930 una predicción para el año 2030 que no se cumplirá en absoluto.
Según sus cálculos, los avances ocurridos apuntaban a que el crecimiento de la productividad y las riquezas que la economía generaba serían tan abundantes que para el 2030 no haría falta trabajar o se trabajaría 15 horas semanales a lo sumo. Esta predicción está lejos de hacerse real porque como decía, la tecnología aumenta a la par que nuestras expectativas.
Cada avance redefine lo que consideramos suficiente. Y nunca es suficiente.
Las necesidades humanas son infinitas; siempre queremos más, más posesiones, estatus o experiencias. Eso nos impulsa en una carrera interminable, buscando algo que siempre parece estar fuera de nuestro alcance. Así, aunque la tecnología prometía más tiempo libre, nuestro comportamiento nos lleva a seguir trabajando lo mismo, sin nunca llegar al problema que Keynes dijo que algún día llegaría.
El problema de qué hacer con tanto tiempo libre para disfrutar.
✍️ Te toca a ti: ¿Cómo imaginas el futuro? ¿Crees que llegaremos a un punto tan alto de productividad que se reduzcan las horas de trabajo drásticamente?
💭 Cita del día: «Este momento, como todos los momentos, es muy bueno, si sabemos qué hacer con él». Ralph Waldo Emerson, The American Scholar.
¡Nos vemos en la próxima! 👋
Referencias 📚
Boucekkine, R., Hritonenko, N., & Yatsenko, Y. (2014). Health, Work Intensity, and Technological Innovations. Journal of Biological Systems, 22(2), 219-233. URL
Keynes, J. M. (2015). Las posibilidades económicas de nuestros nietos. Ed. Taurus.
Nam, T. (2014). Technology Use and Work-Life Balance. Applied Research in Quality of Life, 9(4), 1017-1040. URL
Ramey, G., & Ramey, V. (2009). The rug rat race. URL
Schor, J. (1991). The overworked American: The Unexpected Decline Of Leisure.
Stephens, P. (2007). Unintended consequences: IT's disruption of work-life balance. URL
Me ha llevado a recordar la sociedad del rendimiento de byung chul han
"El hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota a sí mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción externa. Él es, al mismo tiempo, verdugo y víctima"
Muy interesante, Álvaro.
Como con la trampa malthusiana, que durante milenios impidió que aumentase nuestra renta per cápita, hay ciertamente una trampa ¿podemos llamarla keynesiana?, que impide que aumente el tiempo disponible a pesar de la automatización y del aumento de la productividad. Yo creo que sólo se romperá esa trampa cuando una innovación tecnológica suponga un cambio tan rápido en la productividad, que nos impida reciclarnos y generar suficientes nuevos puestos de trabajo nuevos. Entonces, por mera subsistencia, tengamos que hablar de renta universal o semejante. Pero incluso entonces seguiremos atrapados por nuestra biología, que lleva millones de años haciéndonos insaciables a corto plazo (lo que siempre rellena nuestras agendas) y milenios dándonos identidad a través del trabajo, cuya ausencia ¡generaría en muchos una sensación de sinsentido. De esto escribí más aquí: https://newsletter.ingenierodeletras.com/p/el-vertigo-del-desempleo-tecnologico
Gracias por elaborar la publicación tan sugerente.