🏷️ Categorías: Creatividad, Arte.
Hace un tiempo descubrí a
y su newsletter Auto(des)conocimiento, me senté a leer una carta suya y acabé leyéndole por más de 1 hora.Así de interesante fue.
Si tuviese que definirle en pocas palabras diría que Auto(des)conocimiento es la newsletter que cada semana me invita a reflexionar sobre arte, filosofía y sociedad. Al leerle encuentro una fuente de inspiración.
Pero quería más, no me valía con leerle, quería escribir con él.
Así es como nos lanzamos a escribir juntos sobre cómo nace la creatividad. Un tema que puede verse desde muchas perspectivas.
, con un estilo muy propio y diferente al mío, nos brindará una perspectiva fresca sobre la creatividad, tema que a todos nos interesa. Mi parte, la carta del día de hoy, la podrás encontrar en su newsletter Auto(des)conocimiento, allí nos veremos.Sin más dilación, Jardín Mental es hoy suyo, que disfrutes y te inspire 🌱💭.
…cuando se era músico, se era músico y, una vez que lo eras, ya nada se podía hacer, seguramente, al menos eso pensaba él, dijo padre Sigvald y si alguien le preguntara a qué se debía, respondería que debía de tener que ver con el dolor, con el dolor por algo o solo con el dolor, y padre Sigvald dijo que al tocar, el dolor podía aliviarse y transformarse en vuelo, y que el vuelo podía transformarse en alegría y felicidad, y por eso había que tocar, por eso tenía que tocar él y algo de ese dolor debían de compartir también los demás y por eso había tanta gente a la que le gustaba escuchar música, así creía él que era, porque la música elevaba la existencia y le proporcionaba altura…
Trilogía, Jon Fosse
Existe una anécdota sobre sir Walter Raleigh, favorito de la reina Isabel I, allá por el siglo XVI (que quizá muchos conozcan por mencionarse en la película Smoke, con guion de Paul Auster), que cuenta que el político apostó con la soberana que sería capaz de cuantificar el peso del humo de uno de los cigarros que tanto gustaba de saborear. Haciendo gala de su astucia e inteligencia, el cortesano solicitó un platillo sobre el que fue depositando con sumo cuidado la ceniza del cigarro que iba fumando; cuando terminó, colocó el platillo en una balanza y afirmó haber medido el exacto peso del humo. Dejando de lado el humor y la picardía de Raleigh, lo cierto es que esa misma imposibilidad física se encuentra también cuando pensamos en algo tan vaporoso, abstracto, inefable y artificioso como es la creatividad. En el fondo, si lo piensas, es fácil caer en la tentación de juzgar un acto de creación con ciertos elementos algo arbitrarios: genio, inspiración, talento, experiencia, rapto… Pero nada de todo ello da cuenta de cómo ha surgido ese soplo de originalidad, de dónde procede el estro que ha dado lugar a lo que todos podemos admirar y disfrutar.
Chantal Maillard establece en su ensayo La razón estética una diferencia interesante entre la creatividad y la creación: «La creatividad puede definirse como la capacidad de un sujeto para enlazar, asociándolos, unos elementos dispersos; la creación, en cambio, es la capacidad de diseñar mundos posibles: formas actuantes». Tendríamos, pues, por un lado la facultad de crear algo ex nihilo en su proyección, pero ejecutado gracias a un conocimiento previo: de corrientes, de ideas, de técnicas; y todo ello sin perseguir un fin concreto, una funcionalidad que revista a esa creación de utilidad. Básicamente, la creatividad es el garabato de un niño: un sinsentido que pretender evocar algo que el propio creador apenas sería capaz de expresar de forma coherente.
Quizá por eso la creatividad surja —entre otras fuentes— de la inexplicabilidad, de lo inefable. «Siempre he pensado que no se puede hablar sobre cosas que dicen algo verdadero sobre uno mismo. Al menos, no cara a cara con otra persona. Por eso escribo en lugar de hablar», sostiene el narrador de Solenoide, de Mircea Cărtărescu. El escritor rumano reflexiona a menudo en su obra sobre ese acto de creatividad que es la escritura (y que, seguro, puede ser aplicado a otras artes): un hecho que desborda el propio ser, que sobrepasa las posibilidades de expresión habituales y debe, por lo tanto, ser (re)creado de una forma distinta, artística. Y algo muy parecido afirma la protagonista de Biografía del hambre: «No comprender algo es un fermento fenomenal para la escritura». Amélie Nothomb también es una autora obsesionada con los procesos creativos y su visión enlaza con la de Cărtărescu: gracias a lo que no entendemos, a lo que no puede ser expresado de forma clara e inteligible, a lo incógnito, se moldea la obra creativa. Así pues, tal vez el origen más certero, más probable, de la creatividad sea… la ignorancia. Pareciera que estamos ante una sentencia caprichosa, ante una contradicción un tanto absurda, pero, si te detienes un segundo en el concepto, podrás comprobar que sí que tiene algo de sentido.
«No todas las cosas pueden decirse o palparse; la mayoría de los acontecimientos son inefables», decía Rilke en sus Cartas a un joven poeta; y, sin embargo, él mismo escribió una obra abundante y, sobre todo, perdurable. Y es que muchos hechos son imposibles de explicar desde la razón, pero el ser humano parece impulsado desde sus más lejanos orígenes a indagar en aquello que no puede interpretar, que no puede entender: gracias a ese prurito primigenio la humanidad ha progresado en todos los ámbitos, y también gracias a ello el arte nos ha brindado la posibilidad de rascar un ápice en lo ignorado del universo. A estas alturas seguimos sin tener respuestas para muchas preguntas, seguimos sin palpar o decir, pero merced a la creatividad añadimos más y más preguntas a ese corpus de auto(des)conocimiento y nos sentimos más aliviados en medio de este caos ineluctable que es la vida.
Quizá no podamos saber el origen cierto de los destellos que dan lugar a las obras de arte; quizá sea imposible asignar con precisión un nacimiento, un inicio, un punto que sirva como referencia para interpretar lo que se hizo; quizá no haya forma de establecer el recorrido de las mentes que pergeñan esas creaciones que nos llevan más allá del mundo de lo real. Quizá. Pero también es cierto, creo yo, que esa génesis no es tan importante como el hecho de que su mera existencia nos induzca a pensar, a imaginar, a soñar. Quizá, en este caso, lo valioso no es el origen, sino el destino.
¡Hola de nuevo! Soy
, recuerda visitar Auto(des)conocimiento para leer mi carta del día de hoy. ¡Gracias por estar a otro lado 🙏!
Me gusta mucho este dúo creativo, felicidades. Me inspira todo lo que escribes!!!
Es cierto, y por ello creo que el verdadero arte, más que establecer respuestas a las preguntas, es el punto de partida de nuevos cuestionamientos.