🏷️ Categorías: Literatura.
Tokio, madrugada del 11 de mayo de 1960.
Los pasajeros del primer tren de la mañana gritan aterrorizados al descubrir un cadáver bajo los raíles del tren. El revisor no sabe qué hacer y llama con urgencia a la policía. Un hombre de unos 50 años yace tumbado con el rostro completamente desfigurado, lo que dificulta gravemente la identificación del cuerpo.
La policía descubre tras peinar las inmediaciones que este hombre estuvo junto a otro sujeto la noche anterior en un miserable bar ubicado en un callejón próximo a la estación de tren. La ropa concuerda con el atuendo descrito por la camarera del bar. Los dos únicos datos que la camarera recuerda son los siguientes:
El sujeto con quien estuvo la víctima en el bar tenía un acento no tokiota.
En la conversación que tuvieron se mencionó “Kameda” en repetidas ocasiones.
Rápidamente el caso se vuelve mediático y salta a la prensa nacional. Como respuesta, el cuerpo de policía se desvive por encontrar al asesino.
El tiempo pasa y los policías se sienten presionados por cerrar el escandoloso caso, sin embargo todos los esfuerzos son en vano. Lo más extraño es que ninguna persona puso una denuncia por desaparición; nadie en Japón echó en falta a esta persona.
Ni una pista nueva en meses.
El desánimo se instala en las oficinas del grupo de investigación, quienes acaban archivando el caso sin resolución.
Eitaro Imanishi, uno de los inspectores que participaron en la investigación, se encuentra profundamente afectado por el caso, siempre se desvive por su trabajo y no puede soportar que un crimen quede impune, aún más cuando tiene semejante alcance mediático.
Él no está dispuesto a quedar como un incompetente.
Esta insatisfacción le lleva a continuar la investigación de forma extraoficial.
Así es como Imanishi, con la complicidad de su esposa Yoshiko y la ayuda del joven detective Hiroshi Yoshimura, se embarcará en una búsqueda que lo llevará a recorrer todo Japón de punta a punta. Las pistas son escasas, pero Imanishi es observador. Cada detalle, por pequeño que sea, es detectado y analizado por el inspector para intentar resolver este enorme rompecabezas.
🔎📖 Desmontando el castillo de arena (sin spoilers)
Contexto
Publicado originalmente en el año 1961 en Japón bajo el nombre de 砂の器 (Suna no Utsuwa), ha aterrizado recientemente al español este clásico de la literatura nipona gracias a la editorial Libros del Asteroide.
Esta novela es un descubrimiento para los amantes de la novela policial y un clásico atemporal en su país de origen. No por casualidad, Seicho Matsumoto se posicionó en Japón como el escritor más leído de novela de misterio del siglo XX.
"El castillo de arena" de Matsumoto es una novela autoconclusiva de unas 340 páginas en donde se nos traslada al Japón de los años 60.
Mediante una trama sutilmente tejida en la que, a primera vista, parece no suceder gran cosa, Matsumoto hace en realidad un análisis profundo de la sociedad mientras se desenreda un crimen de premisa simple pero que se vuelve exageradamente complejo a cada paso que la historia da.
Eitaro Imanishi no es un detective habitual
Es un hombre sencillo, aficionado a los bonsáis y a escribir haikus. Sus pasiones no son solo un adorno; definen cómo entiende a la humanidad y son fundamentales para él a la hora de desenvolverse con el resto de personas.
Imanishi es un hombre del pueblo, devoto de su trabajo, pero con la sensibilidad necesaria para moverse entre distintas clases sociales. Esta habilidad para el diálogo le permitirá conversar con personajes de lo más variados, desde las élites intelectuales de la época hasta con humildes campesinos.
Una crítica social encubierta
A través de la investigación de Imanishi, Matsumoto nos muestra su punto de vista de la sociedad que le tocó vivir, una época de cambios rápidos y tensiones sociales, con disparidades económicas y una sociedad hipócrita pese a su apariencia respetable.
Japón se preparaba para los juegos olímpicos de Tokio del 64 y el país está transformándose rápidamente en una potencia tecnológica, pero todo este acelerado desarrollo tiene un costo humano. Iremos desde las abarrotadas calles de Tokio hasta los pueblos donde comer todos los días es tener suerte. Este viaje nos da una exquisita visión del Japón de esos años.
Durante su viaje, Imanishi, verá al reunirse con las altas esferas una realidad muy distinta a la que los cámaras y periodistas publican.
Las pistas solo valen para quien las sabe interpretar
Matsumoto tiene una habilidad impresionante para tejer una trama compleja a partir de pistas aparentemente inconexas.
A menudo, las pistas llegan a Imanishi de maneras inesperadas, pero es la habilidad del detective lo que hace que esa información cobre sentido. Matsumoto deja claro que lo importante no es de dónde vienen las pistas, sino la capacidad del detective para entender el mundo.
📑 Pasajes destacados
—Mañana ya vuelves a la central, ¿no? —preguntó Yoshimura, bebiendo la cerveza con avidez.
—Sí. Contigo he trabajado muy a gusto, pero ya es hora de regresar a mi puesto —dijo Imanishi, mientras mordisqueaba la brocheta.
—Supongo que enseguida te asignarán otro caso.
—Probablemente. Uno tras otro, nunca nos falta trabajo. Pero, aunque andes enfrascado en otros quehaceres, los casos como el que hemos estado investigando se te quedan en la cabeza. Llevo mucho tiempo en este oficio y he estado involucrado en tres o cuatro casos sin resolver. Son antiguos, pero siempre están en un rincón de mi mente, de donde afloran de vez en cuando. Es extraño. Apenas me acuerdo de la mayoría de los casos que he resuelto. En cambio, recuerdo claramente a todas y cada una de las víctimas de los crímenes sin resolver. Ahora habrá uno más en mis pesadillas.
Imanishi no puede descansar en paz hasta que los casos se resuelvan.
—¿Cuánto tiempo llevará el trozo de papel en el descampado? —se preguntó Yoshimura.
—No está muy sucio. ¿Cuándo fue la última vez que llovió? —dijo Imanishi.
—Hace cuatro o cinco días, creo.
—Debió de caer después —concluyó Imanishi.
Cada detalle tiene valor para Imanishi y sabe sacarle todo el provecho.
—Todo esto no tiene ningún sentido, ¿verdad? —Yoshimura parecía decepcionado—¿Tú también crees que se registró con un nombre falso en el hostal?
—Por supuesto —afirmó Imanishi, con tanta rotundidad que su compañero se sorprendió.
—¿Cómo estás tan seguro?
—¿Te has fijado en la caligrafía de la hoja de registro?
—Sí, era una letra muy torpe.
—Imanishi sacó una libreta del bolsillo y buscó la hoja cuidadosamente doblada del registro de entrada.
—Fíjate bien. No hay fluidez en la caligrafía. Nadie escribe su nombre con torpeza.
Los caracteres japoneses tienen un orden específico para cada línea. No hacerlo en el orden habitual hace que parezcan desproporcionados. ¿Quién no acostumbra a escribir los caracteres de su propio nombre? Quién da un nombre falso.
Esto ha sido todo por hoy.
El castillo de arena llegó a mi por pura casualidad. Un día entré a curiosear en una librería, me paré a leer la sección de “novedades”. Allí estaba el libro esperándome.
“¿Seicho Matsumoto? ¿El castillo de arena?” No pude resisitirme, rápidamente busqué en internet una sinopsis y abrí el libro para leerlo. A más lo hojeaba, más convencido estaba de llevármelo para casa. Me gusta anotar en mi Zettelkasten los pasajes de cada libro que me han llamado la atención o me han inspirado.
Tengo 216 pasajes destacados de un libro de 340 páginas.
Nada más que decir.
Apuntado para este verano, gracias!
Yo ya lo he comprado para el kindle! Te contaré que me parece!!! Gracias