🏷️ Categorías: Atención, Aprendizaje, Motivación, Memoria.
Hay una chispa que, cuando se enciende, lo cambia todo.
No importa si eres niño o adulto. Científico o artista. Si estás aprendiendo a cocinar o descifrando el universo. Esa chispa potencia el aprendizaje, la memoria y la motivación. Esa chispa se llama curiosidad, y es tan poderosa que puede alterar la forma en que tu cerebro codifica recuerdos, toma decisiones y comprende el mundo.
Pero aquí va la verdadera duda:
¿Por qué a medida que crecemos parece desvanecerse?
¿Qué pasaría si aprendiéramos su funcionamiento y la cultiváramos a diario?
Vamos a explorar la psicología y neurociencia de la curiosidad, por que es un impulso biológico que si aprendemos a dirigirlo, puede disparar nuestras oportunidades en la vida y transformarla por completo.
Exploremos la curiosidad…
1. La curiosidad no es un "me interesa", es hambre de saber
William James, uno de los padres de la psicología, la llamó el impulso hacia una mejor cognición (James, 1983). Posteriormente, la han comparado con el hambre o la sed, porque nos falta algo y lo buscamos hasta saciarnos (Kidd & Hayden, 2015).
Eso es lo que explica la teoría del vacío de información (Loewenstein, 1994).
Según esta teoría, sentimos curiosidad cuando percibimos una brecha entre lo que sabemos y lo que no. No se activa cuando no sabemos nada. Tampoco cuando lo sabemos todo. Es ese punto medio —saber un poco, pero no del todo— lo que despierta el deseo de saber más.
Como en los experimentos de Kang en 2009, donde las personas sentían más curiosidad hacia cuestiones que casi conocían. La pequeña duda encendía la chispa.
Es una curva en forma de “U” invertida.
Demasiada sencillez, aburrimiento.
Demasiada complejidad, desconexión.
El punto justo: curiosidad.
2. La curiosidad cambia tu cerebro
La curiosidad no solo es enfocar la atención en un asunto. Cambia la química de nuestro cerebro. Al activarse la curiosidad, se activar áreas del cerebro relacionadas con el sistema de recompensa y zonas clave para la memoria como el hipocampo.
Es decir: el cerebro trata la información como un premio (Gruber et al., 2014).
Cuando sentimos curiosidad, retenemos mejor la información, como si activáramos un “efecto esponja” que maximiza la absorción (Piantadosi et al., 2014). Esta activación, ligada a la dopamina (neurotransmisor del placer y la motivación), ocurre incluso en monos ante la simple posibilidad de obtener información (Davis et al., 1950).
No necesitan comida, ni a su grupo, ni estímulos físicos. Solo saber algo nuevo.
Cuando el tema tiene la complejidad justa en la curva de la curiosidad, se activa el efecto esponja: el tema capta toda nuestra atención y potencia el aprendizaje.
3. Nacemos curiosos y luego, algo se pierde
Incluso los bebés ya prefieren estímulos ni demasiado simples ni demasiado complejos. Buscan el punto justo. Una novedad manejable (Kidd & Hayden, 2015).
Desde pequeños, usamos modelos mentales y reglas rápidas para entender el mundo. Y sobre todo, para explorar lo ambiguo. En estudios con juguetes, los bebés investigan mucho más cuando algo no tiene sentido.
Es en la ambigüedad donde florece la curiosidad.
Pero con el tiempo, el entorno no favorece este comportamiento. El miedo a equivocarse en público, la presión social por tener que decir “la respuesta correcta” va apagando esta experimentación en forma de juego.
La curiosidad deja de ser premiada.
Y si a eso le sumamos el exceso de estimulación superficial (redes sociales, multitarea constante, contenido trivial), entonces ocurre lo opuesto: curiosidad dispersa, sin foco. Como diría el psicólogo Berlyne (1954), pasamos de la curiosidad epistémica (querer saber profundamente) a la curiosidad diversiva (querer distraernos con algo nuevo).
4. La curiosidad como brújula
Volvamos a la pregunta inicial: ¿por qué perdemos la curiosidad?
La respuesta corta: no dejamos de tenerla, pero dejamos de priorizarla. No dedicamos tiempo a conectar con lo que nos hace sentir ese cosquilleo por dentro.
Cuando sentimos curiosidad epistémica, hay una mezcla de duda y emoción por descubrir más allá. Es una energía que te empuja a aprender y eso puede abrirte las puertas a nuevas oportunidades gracias a los conocimientos y habilidades adquiridas.
Todo guiado por el placer de descubrir.
5. Cómo cultivo la curiosidad
Aquí van algunas ideas prácticas basadas en ciencia:
Hazte preguntas: ¿Hay un tema sobre el que no puedes dejar de pensar? ¿Una idea que vuelve en tus notas? Anota preguntas y dedica tiempo a investigar. De esas preguntas fugaces han nacido decenas de las cartas que escribo.
Limita el ruido informativo: Menos scroll, más profundidad. 30 minutos de lectura profunda inspira más que 1 hora haciendo scroll en internet. Pocas información, pero lo más nutritiva posible. Esa es la base de la dieta informativa.
Aprende en comunidad: La curiosidad crece cuando se comparte. Habla con gente que sepa más. Pregunta. Escucha sin querer tener razón y toma nota. Jardín Mental es justo esto, el proceso de compartir la curiosidad.
No necesitas saberlo todo.
Solo necesitas querer saber más que ayer. Como decía el inversor Charlie Munger, “pasa cada día tratando de ser un poco más sabio de lo que eras cuando despertaste”.
No hay más secretos.
✍️ Te toca a ti: ¿Dedicas tiempo a seguir aquello que tu curiosidad te pide?
💭 Cita del día: «Ella tenía una inmensa curiosidad por la vida, y estaba constantemente mirando y preguntándose cosas».
— Henry James, Portrait of a Lady.
¡Nos vemos en la próxima! 👋
Referencias 📚
Berlyne, D. E. (1954). A theory of human curiosity. British Journal Of Psychology General Section, 45(3), 180-191. URL
Gruber, M. J., Gelman, B. D., & Ranganath, C. (2014). States of Curiosity Modulate Hippocampus-Dependent Learning via the Dopaminergic Circuit. Neuron, 84(2), 486-496. URL
Davis, R. T., Settlage, P. H., & Harlow, H. F. (1950). Performance of Normal and Brain-Operated Monkeys on Mechanical Puzzles with and without Food Incentive. The Pedagogical Seminary And Journal Of Genetic Psychology, 77(2), 305-311. URL
James, W. (1983). Talks to Teachers on Psychology and to Students on Some of Life's Ideals (Vol. 12). Harvard University Press.
Kang, M. J., Hsu, M., Krajbich, I. M., Loewenstein, G., McClure, S. M., Wang, J. T., & Camerer, C. F. (2009). The Wick in the Candle of Learning: Epistemic Curiosity Activates Reward Circuitry and Enhances Memory. Psychological Science, 20(8), 963-973. URL
Kidd, C., & Hayden, B. Y. (2015). The Psychology and Neuroscience of Curiosity. Neuron, 88(3), 449-460. URL
Loewenstein, G. (1994). The psychology of curiosity: A review and reinterpretation. Psychological Bulletin, 116(1), 75-98. URL
Munger, C. T. (2023). Poor Charlie’s Almanack: The Essential Wit and Wisdom of Charles T. Munger. Stripe Press.
Muy interesante artículo. La curiosidad nos lleva a aprender nuevas habilidades y esto hace apreciar más la vida. Como siempre se ha dicho "el saber no ocupa lugar" pero es que además no tiene fin; si alentamos nuestra curiosidad por un tema, este nos lleva a otro y a otro. Y los más gratificantes es ir comprobando que todo está, en última instancia, conectado.
Disfruto mucho cada uno de tus artículos. ¡Gracias Álvaro!