🏷️ Categorías: Historias personales.
«El fin estaba contenido en el principio».
George Orwell, “1984”.
Paraguay, 22 de mayo de 2024 al mediodía
Todo comenzó cuando Claudia llegó a su casa después de una mañana ajetreada en el trabajo. Eran las tres de la tarde y la fatiga se veía en su rostro. Había tenido reuniones interminables y numerosos informes que rellenar.
Entró en la cocina, abrió la nevera y sacó lo primero que encontró: un poco de ensalada y un trozo de pollo que habían sobrado del día anterior. No tenía ganas de complicarse cocinando. Se calentó la comida y se sentó en la mesa del comedor. El hambre se empezó a marchar pero el cansancio no se iba.
Justo cuando estaba terminando de comer, escuchó el sonido de la llave en la cerradura. Su novio llegaba a casa. Entró y dejó su maletín en el suelo, se acercó a Claudia y la saludó con un beso.
—¿Qué tal te fue el día, cariño? —preguntó.
—Bien, aunque me encuentro agotada. Creo que echaré una siesta para recuperar energías. ¿Te importaría despertarme sobre las 6 o 7? —respondió Claudia.
—Vale, me parece bien. Yo te despierto —dijo con una sonrisa comprensiva.
Claudia se levantó de la mesa y se dirigió a su dormitorio. Cerró la puerta suavemente y se dejó caer sobre la cama. La sensación de las sábanas frescas contra su piel le brindó un alivio inmediato.
El tiempo pasó y su novio, viéndola dormir tan plácidamente, decidió no despertarla. Pensó que ella necesitaba descansar y que pronto se levantaría por sí sola. Claudia durmió profundamente en un sueño reparador.
Cuando finalmente se despertó, no revisó la hora ni encendió su celular. De manera rutinaria, casi sin pensar, se levantó de la cama. Puso los pies en el frío suelo y buscó sus zapatillas. Se puso la bata y se dirigió a la cocina. El ambiente de la casa estaba tranquilo, iluminado tenuemente por la luz que se filtraba a través de las cortinas.
Claudia comenzó a prepararse un café. Mientras el agua hervía en la tetera, acariciaba a su perro, un labrador llamado Max, que se había acercado a ella moviendo la cola.
El aroma del café recién hecho llenó la cocina. Claudia sirvió una taza y se sentó en el salón. Disfrutaba de su café y un desayuno improvisado que consistía en unas tostadas y mermelada. Miró por la ventana y vio el cielo anormalmente oscuro, nublado por completo. Hacía unos días que la previsión meteorológica alertaba de fuertes lluvias, probablemente llovería hoy.
Después de desayunar, se vistió y se preparó para salir. Eligió unos pantalones vaqueros cómodos, una camiseta y encima se puso una chaqueta ligera, previendo que el tiempo podría empeorar. Se dirigió a su camioneta, una vieja pero confiable pick-up que había heredado de su padre.
El aire fresco de la mañana le despejó un poco la mente. Subió a su camioneta y dejó sus pertenencias en el asiento del copiloto. Encendió el motor y salió de su poblado. Mientras conducía hacia su trabajo, notó que un supermercado que habitualmente se encontraba abierto estaba hoy cerrado.
—Será que se han retrasado —pensó en voz alta.
La carretera nacional, normalmente bulliciosa, estaba desértica.
—Qué suerte, hoy no hay atascos —se dijo a sí misma, alegre por llegar hoy antes.
Las primeras gotas comenzaron y las luces de su camioneta se reflejaban con intensidad en el camino. Mientras conducía, se percató de un detalle: la aguja del depósito de combustible estaba casi en cero. Decidió parar en una gasolinera cercana. Corriendo para no mojarse, se acercó al mostrador de la gasolinera y saludó al encargado.
—Buenos días —dijo Claudia con el pelo algo mojado.
—Buenos días —respondió el encargado, sonriendo.
Le pagó y se dispuso a llenar el tanque de combustible. Observó cómo las luces amarillas de un cartel de la gasolinera se reflejaban en el asfalto húmedo de la carretera. Los reflejos en el agua le parecían hipnóticos y bellos.
Mientras el depósito se llenaba, Claudia volteó la cabeza para ver el gran cartel que desprendía la luz. El luminoso cartel marcaba la temperatura y la hora.
12ºC, 00:37.
Claudia quedó atónita.
—00:37 —repitió en voz baja, incrédula.
Había estado conduciendo en medio de la noche, creyendo que eran las seis de la mañana. Había dormido ocho horas completas desde las cuatro de la tarde que se acostó hasta las doce de la noche. Un sudor frío le recorrió la espalda mientras encendía su móvil con prisa. Vio varias llamadas perdidas de su novio, quien se había preocupado al notar su ausencia.
Se subió de nuevo a su camioneta y se dispuso a regresar a casa. Mientras conducía de vuelta, no podía dejar de preguntarse cómo no se había dado cuenta antes de la hora que era. El cansancio acumulado y hacer siempre la misma rutina la habían hecho actuar sin pensar.
Al llegar a casa, vio que su novio estaba inquieto, esperando en el salón con preocupación.
—¿Dónde estabas? —preguntó, levantándose rápidamente.
—Te juro que pensé que era de día. Dormí tanto que perdí la noción del tiempo —explicó Claudia.
Él suspiró, aliviado.
—No te preocupes. Lo importante es que estás bien. Descansemos un poco y mañana todo será más claro.
📌 Posdata: Esta historia le sucedió a una amiga mía de Paraguay. Todo lo contado es cierto. Los nombres de los personajes han sido cambiados.
Cuando estudiaba medicina y llegaba despues de 48 horas en el hospital, llegaba a dormir toda la tarde, y en varias ocasiones mi hermana me despertaba diciendo que eran la 7, que se me había hecho tarde y me levanta con el corazón en el cuello, para darme cuenta de que eran las 7 pm. Solo por eso merece el castigo eterno :-)
Alguna vez me ha ocurrido, en tiempos complicados, el despertarme a las tantas de la madrugada con susto en el cuerpo, pensando que llegaba tarde al trabajo, y correr a la ducha creyendo que era ya tarde.
Me he sentido identificado con la historia.
Gracias por estar.