🏷️ Categorías: Gestión del tiempo, Procrastinación, Historias personales.
La ironía del asunto es estar escribiendo esto en el último momento.
Me gusta ser metódico y seguir plazos para tener siempre el borrador de la carta estructurado con antelación. Pero aquí estoy, escribiendo un tanto apresurado mis pensamientos para la carta de hoy. Es por eso que debía hablar de procrastinar, el sutil arte de perder el tiempo conscientemente.
De esta quema no se salva nadie.
Intento usar de forma intencionada mi tiempo y pese a que podría decir que soy efectivo, me sucede lo que a todo el mundo, que a veces me enredo y pospongo por un motivo u otro lo que debería estar haciendo solo para luego ir con prisas.
¿Por qué?
¿Por qué posponemos lo inevitable si sabemos que luego será peor?
Qué es la procrastinación
Lo primero, la procrastinación y la vagancia no son lo mismo.
Mientras que la vagancia implica desmotivación por hacer algo, la procrastinación es la posposición de tareas, incluso cuando sabemos que posponerlas nos perjudica. Suele pasar que preferimos la gratificación instantánea frente a las recompensas a largo plazo (Steel, 2011). Lo curioso es que luego sentimos culpa por lo que hicimos.
Esto no es nuevo, es humano. Los filósofos griegos lo llamaban akrasia.
Aristóteles definió la akrasia como la situación en la que la persona actúa contra su mejor juicio por falta de autocontrol. Platón y Sócrates decían en el Protágoras que esto sucedía porque la fuerza del deseo superaba a la de la razón. El antónimo es enkrateia (autocontrol). La procrastinación es entonces la lucha interna de fuerzas entre lo que debemos hacer y lo que nos apetece.
En la vagancia no hay fuerza, en la procrastinación hay una lucha de fuerzas.
Mi relación con la procrastinación
La procrastinación y yo nos conocimos en la universidad.
Pese a procrastinar con frecuencia en esta etapa, no obtenía malas calificaciones, al revés, era de los alumnos más destacados de la clase. Pero esto no me libraba de procrastinar, excepto que lo hacía de una forma no convencional y… ¿efectiva?
Llamémoslo “procrastinación indirecta”.
Fíjate en un detalle, la persona procrastinadora puede ser trabajadora y hacer muchas tareas de su lista, siempre y cuando no sean las tareas que debería estar haciendo. Es decir, se centra en lo que desea y posterga los deberes (Perry, 2012).
Esa es la peculiar forma de procrastinar que aprendí en mi etapa universitaria.
Mientras que algunos compañeros terminaban agotados de estudiar y procrastinaban el día siguiente con una serie o algo similar, yo procrastinaba de forma indirecta. Por ejemplo, si tenía que estudiar para el examen y un día no tenía ganas, en lugar de ver perder el día sin hacer nada, me dedicaba a tareas secundarias que me apetecían más, como organizar mis apuntes, hacer esquemas o limpiar mi habitación.
Estas actividades, aunque útiles, eran una forma de descansar de la obligación.
No podía estar un día sin hacer nada, los plazos en la universidad eran ajustados, pero todos los días no estaba como para dar el 100% estudiando. Esa es la procrastinación indirecta, una forma aprovechar los días malos para avanzar igualmente.
Solo es posible si amas lo que haces, sino, ninguna tarea será apetecible jamás.
Cómo no dejarse llevar
Hay entornos que favorecen la procrastinación. La educación es uno de ellos.
Se imparten contenidos durante meses para luego ser todos desembuchados en un día concreto a meses de distancia de la primera clase que diste. Los exámenes y proyectos son así. —”Todavía queda mucho, otro día empiezo”, solemos decir.
Al final pasas la noche antes del examen estudiando desesperadamente.
Se procrastina hasta que la fecha está tan cerca que la única opción es estudiar para evitar un fracaso inminente. Fíjate en la diferencia, hay quien es movido por su buen hábito de estudiar a diario, a otros les moverá el miedo a suspender. Los griegos clásicos dirían que sufrimos la akrasia, pero lo queremos es lograr la enkrateia. Es decir queremos que la razón supere al deseo y hagamos lo que no nos apetece.
Nos pueden ayudar algunas técnicas según nuestro caso:
Desencadenante de la acción: Usa un compromiso previo. Si quieres empezar a ir al gimnasio, paga por adelantado la cuota de todo el año, si no vas estarás tirando mucho dinero. Otra forma es darle a tu mejor amigo 50€ y que no te los devuelva hasta que hayas ido al gimnasio 30 días seguidos. Son formas de traer al presente el mismo sentimiento que nos hacía estudiar para evitar un mal mayor.
Empieza imperfectamente: Hay quien procrastina diciendo que está esperando un momento mejor. El problema es que ese momento nunca llega. Si quieres correr, empieza corriendo 10 minutos, y si no puedes, camina. Ya lo dije una vez, los inicios imperfectos son la manera perfecta de empezar. No hace falta correr una 1 hora diaria para animarse a comenzar a hacer deporte.
Procrastina indirectamente: Nadie está siempre al 100%, si hoy no es tu mejor día y la fecha límite está cerca, no pierdas el día por completo sin hacer nada. En su lugar opta por tareas más placenteras que también te hagan avanzar.
Si hoy estás mal de ánimos pero tienes que terminar pronto un proyecto, haz tareas secundarias como mejorar la redacción del informe o ir preparando la presentación que harás.
Si hoy tendrías que ir al gimnasio pero no te quedan energías, haz ejercicio en casa o simplemente sal a correr un rato para no perder el hábito.
Crea el hábito necesario: Si las tareas son siempre del mismo tipo, será tan simple como crear un hábito que reduzca la fricción de comenzar, esa pereza inicial antes de ponernos en marcha. Para ello puedes usar el método de Seinfeld. La idea es crear un entorno que promueva la repetición de una tarea hasta el punto que se haga natural y no sintamos esa pesadez inicial nunca más.
Todo se resume en vivir en la enkrateia y no en la akrasia.
Todos procrastinamos y es normal.
El problema es cuando esta akrasia domina gran parte de la vida.
✍️ Te toca a ti: ¿Cuándo tiendes más a procrastinar? Yo tras almorzar.
💭 Cita del día: «A veces, no pasa nada por dejar un trabajo para otro día». El Principito, Antoine de Saint-Exupéry.
¡Nos vemos en la próxima! Me voy a leer, ya no me apetece escribir más hoy 👋.
Referencias 📚
Aristóteles. Ética a Nicómaco.
Steel, P. (2010). The procrastination equation: How to Stop Putting Things Off and Start Getting Stuff Done. Harper Collins.
Platón. Protágoras.
Perry, J. (2012). The Art of Procrastination: A Guide to Effective Dawdling, Lollygagging and Postponing. Workman Publishing.
En esto soy un auténtico maestro. Con los años he aprendido a vivir con la procrastinación y lograr una relación relativamente sana mediante múltiples "ajustes".
Ahora el apunte gracioso. Hará cosa de 12 años me compré un libro llamado "The Procrastination Equation; The Science of Getting Things Done" - Lo terminé dejando después de 30 ó 40 páginas. El libro resultaba interesante pero, irónicamente, encontré otras cosas que me parecieron más pertinentes (y no necesariamente más importantes). :)
Se me ocurre, al leerte, hacer un poema de cuatro estrofas:
Practicando la procrastinación,
baile lento de sombras y luces,
mi reloj avanza, sin compasión,
el alma en su calma me seduce.
Sutil arte de perder el tiempo,
un susurro suave en la rutina,
en el día y se lleva el premio,
tejiendo sueños en la neblina.
Contemplando el movimiento,
de hojas, caen en danza ligera,
mi mente, sin un argumento,
la quietud, la vida me espera.
De los objetos en estado estático,
un universo en calma resplandece,
donde el instante se vuelve mágico,
y el tiempo, en silencio, se aderece.